Un grupo de ciudadanos activos de Bogotá
integrados en el Observatorio Ciudadano Distrital OCD han presentado
este 5 de noviembre/15 en el Planetario Distrital un informe diagnóstico de la
ejecución 2014 del plan de desarrollo Bogotá Humana.
Este diagnóstico a la ejecución del Plan
Distrital de Desarrollo de la vigencia 2014 es el primero que en la presente
Administración Pública de la ciudad logra presentarse en forma completa,
aplicando el Estándar Internacional para Gobiernos Confiables: durante 2012 se
acogió esta herramienta y se socializó en poblaciones de las 20 localidades; en
el 2013 se realizó un ejercicio
incipiente de informes por localidades; sólo para el 2014 se presentó informes
completos por localidades y se logró a su vez, mediante constitución del Observatorio
Ciudadano Distrital, producir verificación diagnóstica que ha sido presentada a
la ciudad en el Planetario Distrital como informe diagnóstico a esa vigencia.
El Observatorio Ciudadano aspira en el primer semestre del próximo año
presentar el diagnóstico de la ejecución del Plan de desarrollo Distrital a la vigencia del año 2015
El Plan de Desarrollo Distrital Bogotá Humana
2012 - 2016 (Acuerdo 489/12), al asumir como problema específico el desafío de
la corrupción en la ciudad, contempla como una de las alternativas de solución promover mayor control
social democrático ciudadano e
instauración de mecanismos de seguimiento, estándares e indicadores para la medición y evaluación de
la gestión pública distrital (artículo 38;
2o. Proyecto Prioritario, pág. 221), entre otras acciones colectivas para afrontar el fenómeno problemático de la corrupción social sobre la administración pública.
Una perspectiva fértil para enfrentar el problema de la corrupción en la ciudad, al lado de la activa movilización organizada de los ciudadanos, es la imprescindible dotación de una explícita ética política (construida sobre valores y principios públicos, civiles y autónomos) que regule y enaltezca los logros de esa lucha. Esta ética está sugerida y prevista en el plan distrital de desarrollo. Además no está partiéndose de cero, pues en el Distrito Capital desde 2006 se produjo y acogió el Ideario Etico de Bogotá (Acuerdo 244/06, desarrollado mediante Decreto 168/06); lo que está pendiente es la construcción de unos Acuerdos Eticos Mínimos entre los actores sociales de esta ciudad plural e incorporarse los diversos pactos con los que se ha procurado avanzar en el tema, de modo que obren también como insumos culturales reguladores en la generación de una cultura civilizada de conflictos en la ciudad, que es el tema que subyace al debate sobre la paz de los colombianos.
Esta es una tarea que bien puede promover y monitorear el Observatorio Ciudadano Distrital OCD desde perspectivas de ciudadanías activas y realización social de los derechos humanos, en el ejercicio de acciones públicas de construcción de convivencialidad democrática en la ciudad, a partir de sus fortalezas y logros por desarrollar.
Una perspectiva fértil para enfrentar el problema de la corrupción en la ciudad, al lado de la activa movilización organizada de los ciudadanos, es la imprescindible dotación de una explícita ética política (construida sobre valores y principios públicos, civiles y autónomos) que regule y enaltezca los logros de esa lucha. Esta ética está sugerida y prevista en el plan distrital de desarrollo. Además no está partiéndose de cero, pues en el Distrito Capital desde 2006 se produjo y acogió el Ideario Etico de Bogotá (Acuerdo 244/06, desarrollado mediante Decreto 168/06); lo que está pendiente es la construcción de unos Acuerdos Eticos Mínimos entre los actores sociales de esta ciudad plural e incorporarse los diversos pactos con los que se ha procurado avanzar en el tema, de modo que obren también como insumos culturales reguladores en la generación de una cultura civilizada de conflictos en la ciudad, que es el tema que subyace al debate sobre la paz de los colombianos.
Esta es una tarea que bien puede promover y monitorear el Observatorio Ciudadano Distrital OCD desde perspectivas de ciudadanías activas y realización social de los derechos humanos, en el ejercicio de acciones públicas de construcción de convivencialidad democrática en la ciudad, a partir de sus fortalezas y logros por desarrollar.
El informe diagnóstico de la ejecución
2014 mencionado puede considerarse un primer avance de la herramienta Estándar
Internacional para Gobiernos Confiables (ISO 18091:2014), en la promoción y
activación del valor del diálogo eficaz entre ciudadanía e institucionalidad para el logro de la confianza pública. Esto es
esencial si se considera que uno de los problemas matriciales que acoge el Plan
de Desarrollo Distrital Bogotá Humana es la desconfianza de los ciudadanos en
las instituciones y el Estado. Y este informe del Observatorio Ciudadano, en el
componente de desarrollo institucional, examina la gestión de los funcionarios
públicos del Distrito Capital, de cuya calidad depende aquella
confianza/desconfianza ciudadana en la institucionalidad pública. En mucho, el diálogo productivo es "la nuez racional" de esta herramienta de verificación
diagnóstica, especialmente si se parte de que esta administración pública ha erigido el factor humano en "el centro
de las preocupaciones de los programas de desarrollo social".
Los habitantes y ciudadanía del Distrito
Capital cuentan, a partir de este informe diagnóstico del Observatorio Ciudadano
Distrital, con un insumo técnico y ciudadano para apreciar mejor balances sobre la
ciudad, como el que presentará el Alcalde
Mayor en diciembre/15 próximo, así como para la audiencia pública de rendición
de cuentas de 2016; y una herramienta de diálogo social y acción colectiva en
los próximos Encuentros Ciudadanos. Herman Martínez Ch., integrante del OCD.
PRODUCIENDO EL INFORME DEL OBSERVATORIO CIUDADANO |
¿Por qué las competencias ciudadanas se han reducido en Colombia y Bogotá
sólo a su componente cognitivo, invisibilizando los niveles del control
o autocontrol emocional y el nivel comunicacional?
¿qué relación problémica expresa en el país y la ciudad
la interacción entre la comunicación escrita y la comunicación oral?
¿Puede la problemática del "respeto en la comunicación"
ser uno de sus puentes articuladores de esos dos momentos de la comunicación?
¿Puede la problemática del "respeto en la comunicación"
ser uno de sus puentes articuladores de esos dos momentos de la comunicación?
¿y qué importancia práctica actual posee todo ésto para la formación
de ciudadanías activas y para los Observatorios Ciudadanos?
Quizá este breve ensayo del escritor William Ospina
proporcione algunas luces a esta problemática ciudadana. H.M.
Estanislao
Zuleta:
El arte de la conversación
La
sociedad moderna es víctima de la superstición de la escritura. Cree, a
diferencia de la remota antigüedad y de algunos hombres a lo largo del tiempo,
que la única perduración posible de un pensamiento está en que sea escrito,
ojalá lo más rigurosamente posible. Está en esta creencia la sensación de que a
las palabras se las lleva el viento, y también la sensación de que lo que
escuchamos pertenece al olvido y lo que leemos pertenece a la memoria.
Igualmente yace allí la idea moderna de que sólo es válido lo que se produce de
un modo industrial y puede alcanzar así muchedumbres. Hablar es hablar para
unos pocos, escribir es escribir para todos. Hablar es escribir en el viento,
escribir es hablar con la eternidad.
Me
llegan estas consideraciones pensando en el más hermoso e intenso caso de
magisterio verbal que hayamos presenciado; la vida de Estanislao Zuleta, cuyo
cuerpo entregamos a la tierra hace apenas tres semanas.Ya he oído deplorar que
su inmensa inteligencia se hubiera disgregado con sus días, en exposiciones
verbales, en conversaciones casuales, y carezca por ello del rigor y de la
firmeza de lo escrito.
No
sólo no comparto esas deploraciones. Más de una vez en vida suya me pregunté
por qué Estanislao prefería socráticamente hablar a escribir, y me pregunté qué
tan adecuada a laépoca y a la importancia de su labor intelectual en era esa actitud.
Hoy sé que Estanislao tenía razón; y estos primeros y dolorosos días de su
ausencia ya me han enseñado algunas cosas nuevas sobre él, porque quien ha sido
un verdadero maestro no cesará de enseñarnos, aunque su cuerpo pertenezca a la
danza ciega de los elementos, aunque su voz no sea ya más que uno de los
insonoros cauces de nuestra mente.
En
alguna parte de su obra, Borges dice que el olvido no existe. En otra, que el
olvido “no es más que una de las formas
de la memoria, su oculto sótano”. Aquello que intuyó el poeta es lo que
pensó nuestro filósofo. Estanislao descreía del olvido. Fiel a su maestro
Freud, sabía que todo lo que ha pasado por nuestras almas permanece en ellas,
vivo y activo, aunque no aflore nunca a la conciencia ni se emancipe en
lenguaje. Estanislao no podía creer, como tantos, que perdía el tiempo
discurriendo sobre los grandes enigmas del mundo ante pequeños y tal vez
casuales auditorios; no cabía en su espíritu la sospecha de que se derrochaba.
Era un huésped gozoso del presente. Por eso solía repetir las palabras de
Goethe:
No la busques en el pasado
por medio de la añoranza,
no la busques en el futuro
por medio de la esperanza,
porque la felicidad está siempre aquí
está en ti,
eres tú quien no estás a su altura.
No
creo que le importara demasiado la repercusión que su pensamiento pudiera tener
en regiones y edades distantes. Le importaba estar allí, en ese presente
evanescente y precioso, en ese momento supremo e irrecuperable,persistiendo en
su fidelidad a unos principios que alcanzó muy temprano, dispuesto a no
despreciar los tremendos o deleitables enigmas del mundo, y le complacía poder
compartirlos con otros en el momento mismo en que se trasmutaban en orden y en
lenguaje.
Nadie
puede pensar que su gusto por el lenguaje oral fuera una forma de la evasión o
el facilismo. Hay en sus conferencias, en sus charlas, un rigor tal, una tan
serena dosificación de su vasta cultura, que nos sorprende cuando las vemos
transcritas el que no hubieran requerido esquemas previos, planificaciones y
arduos borradores. Está en ellas por igual la felicidad del pensamiento y el
deleite del lenguaje; un abandonarse a la aventura de pensar, sin más
restricciones que el respeto por la lógica y la continua vigilancia de
supersticiones y prejuicios.
No
había para él interlocutores despreciables o indignos. Cualquiera podía ser su
contradictor, y siempre lo vi lanzarse a la discusión con una alegría y un
entusiasmo casi infantiles. “Sólo una cosa no hay: es el olvido”. Estanislao
pudo haber sido el autor de aquella respuesta que dio Antístenes en Atenas a un
joven que se quejaba de haber perdido los manuscritos de unos Comentarios
morales: “Más te valdría haberlos escrito en tu alma y no en el papel”. Si todo
lo que recibimos permanece en nosotros y obra en nosotros y nos constituye, tal
vez sobre ese excesivo desvelo moderno por conservarlo todo en la tinta y el
libro.
Pero
él amaba los libros. En su compañía vivió la vida entera, y a la sombra de un
alto anaquel cargado de sus libros queridos yació solitario las primeras horas
de su muerte. Silenciosa y clamorosa compañía: no de otra manera le habría
gustado morir, que simbólicamente tutelado por tantas voces que él había sabido
matizar y honrar.
Pero
su destino era ser un maestro oral, como ya no suelen serlo los filósofos.
Dudar de las posibles repercusiones de un magisterio oral sería dudar de los
más eficaces maestros de la historia: de Buda, de Cristo, y de alguien más
cercano a Estanislao, el cada vez más vivo Sócrates.
Ahora
bien, Estanislao nació, como todos los hombres, en una edad de dogmas. Creció
viendo cómo, después de la Biblia y del Corán, también las obras admirables de
Marx y de Freud se convertían en libros sagrados, y dedicó su vida a
fundamentar una actitud hacia los libros, un tipo de lectura, que pudiera
esquivar los peligros del dogmatismo. Parte fundamental de su crítica a esa fe
ciega en la letra impresa, a esa veneración insensata del texto, fue esa
especie de alegre distracción por la suerte de su propia obra. En rigor, no se
proponía una obra, concebida como una suma de textos corregidos e impresos,
sino hacer —como lo logró— de su vida su obra, y dejarla imborrablemente
escrita —pero también viva y cambiante— en los espíritus de aquellos con
quienes le fue dado compartirla. Son todos ellos la primera, la inmediata
inmortalidad de Estanislao en la tierra. No creo que nadie aspire a mayor
inmortalidad que lograr que su voz resuene después en amistosos labios humanos.
No hay mayor premio posible que ser amados por quien nos sobreviva, del mismo
modo que —como decía Chesterton— tal vez ningún hombre puede ser nada más
grande que el amigo de otro hombre.
Muchas
obras escritas y transcritas de Estanislao Zuleta perdurarán, y merecerán sin
duda la admiración de las generaciones, pero son sólo uno de sus muchos
legados. Importan menos las firmes verdades que contienen que el ejercicio de
lucidez que incesantemente ilustran.
Otro
de los fenómenos que encontró Estanislao al asomarse por primera vez a la
filosofía, fue el especioso e infatuado dialecto de muchos filósofos de oficio.
Es posible que la filosofía sea una profesión —entre nosotros hasta la poesía
termina siéndolo- pero en la desnudez de nuestros corazones sabemos que a
leguas por encima de los formalismos académicos y de las ingenuidades
profesorales, el genuino deseo de comprender el mundo, el asombro por sus
misterios y la perplejidad ante nuestro destino no soportan vanas fórmulas ni
se resignan a un lenguaje adocenado o ininteligible. Entendió que el saber debe
acercarse a la vida y que el lenguaje —nacido y vivificado siempre en los
labios iletrados de las multitudes— puede dar razón del mundo por vías más
cálidas y elocuentes que la jerga árida de los especialistas. En Naturaleza y Vida Holderlin lo había
dicho así:
Quien
ha pensado lo más hondo ama lo más vivo.
Uno
de los grandes placeres de la prosa de Estanislao Zuleta es su proximidad a la
vida. No deja de haber en ella uno que otro inevitable término técnico, pero el
amor del pensador por la literatura, su apasionada relación con la poesía (él
mismo fue, más de una vez, un intenso poeta) lo protegieron del riesgo de
perderse en una obra convencional, de abandonar el rumbo de su riesgosa y
afortunada aventura.
Como
su mentor de la infancia, su maestro y amigo Fernando González, Estanislao
pensó que el lenguaje corriente, el lenguaje normal de las calles, podía ser un
vigoroso instrumento de la reflexión, podía ser filosófico. Hablando de
Fernando González, el poeta José Manuel Arango ha escrito:
Usó
para pensarnos el dialecto que hablamos.
No
otra cosa fue lo que hizo Estanislao. Nos pensó en nuestro lenguaje, en los
giros del idioma que hemos conquistado por lalabor de tantas generaciones americanas
aplicadas a transformar y hacer propia la lengua de Castilla. Intentó, como
algunos filósofos griegos, como sir Thomas Browne, como Voltaire, como
Schopenhauer, como Nietzsche, unir la filosofía con la vida, reflexionar al
sol, lejos de los gabinetes glaciales de la academia. Su lenguaje es por eso
tan cercano y tan cálido. A veces sus ejemplos y sus giros son tan graciosos,
tan eficaces en su mordacidad o su ironía, que nos desconciertan. Estanislao es
un maestro, pero es ante todo un amigo, y no habrá quien no sienta su
cordialidad como un don.
Tal
vez termine siendo una conquista americana este esfuerzo por aproximar la
inteligencia a la vida, por sazonar con un poco de reflexión, de perplejidad
metafísica y de gracia verbal el fluir cotidiano de la existencia. Estamos
lejos de soñar con vastos y definitivos sistemas. Maliciosos indígenas,
desconfiamos de las respuestas totales tanto como del Estado —tan bueno en la teoría,
tan oneroso en la práctica—. Somos ladinos, oblicuos, indisciplinados,
individualistas, proclives a la violencia primaria, pero (no todo podía ser
error en este desorden) afortunadamente incapaces del nazismo y de sus
“enciclopedias de la infamia”.
Con
su desdén por la especialización y su vocación de hombre del Renacimiento,
Estanislao es también en esto un ejemplo inquietante de disidencia. No sólo se
situó voluntariamente al margen de la cultura oficial (para llamarla de un modo
excesivo); no sólo se protegió de la escuela apartándose temprano de ella; no
sólo fue el crítico más persistente y consistente de las rebeldes generaciones
que a la vez orientaba: no sólo luchó con su ejemplo contra nuestro alarmante
aislamiento en una cultura de aldea y nos trajo del mundo amplísimo, del
planeta en que vivía, tantos temas de reflexión, tantas tesis y autores: marchó
también a contracorriente de muchas
tendencias de la cultura contemporánea,anticipando críticas históricas que hoy
son los grandes giros de la época y tesis sobre el futuro que hoy comienzan a
ser hechos y movimientos. Tímidos, como buenos hijos de los Andes, nos cuesta
aceptar que un hombre que vivió entre nosotros haya sido una de las
inteligencias más brillantes de la segunda mitad del siglo xx.
Pero
creo que hay todavía otra razón para que Estanislao haya renunciado al lenguaje
escrito como su principal medio de expresión. Él solía recordar que Kant exaltó
la conversación como la más importante de las artes. Kant pensaba que el arte
debe fundirse a la vida, debe impregnar la existencia humana de intensidad y de
sentido, y sólo por ello llegó a esta afirmación sobre el arte verbal. Yo sé
que en nada creyó tanto Estanislao Zuleta como en la conversación y en el
diálogo.Y esto, porque en nada creyó tanto como en la amistad. Hablar suponía
para él una relación directa e inmediata con los otros, relación que
necesariamente pierde quien escribe. Este se relaciona con el texto, pero no
tiene contacto alguno con su lector.
Como
buen colombiano, Estanislao sólo era capaz de relaciones personales. Para él la
filosofía era conversación, diálogo vivo y directo con otros, y la lectura era
apenas un ejercicio de preparación para la gran fiesta del diálogo. No es que
no le gustara escribir, muchas voces lo hizo, y uno de sus libros publicados
consta exclusivamente de textos escritos, entre los cuales está su famoso Elogio de la dificultad, pero
seguramente para él no podía compararse el placer de la escritura con el placer
de compartir inmediatamente con otros las iluminaciones del pensamiento.
Y
sin embargo no creía que su hablar fuera un espectáculo. Alguna vez él, el
hombre más elocuente y el más brillanteexpositor que yo he conocido, me dijo:
“¿no te ha pasado a veces que frente a ciertas personas no se te ocurre nada?
Es que todo lo que uno dice proviene en realidad del otro, del que escucha.
Sólo si el que está frente a ti te inspira, puedes pensar y crear, puedes
hablar de un tema, y otras cosas se te ocurrirían si fuera otro.” Seguramente
no hablaba de sus conferencias sino de su conversación más silvestre y
corriente, pero ahora entiendo aquella observación como una prueba más de que
al optar por el lenguaje oral Estanislao le estaba siendo fiel a sus más hondas
convicciones y estaba desplegando las verdaderas posibilidades de su ser.
Le era fiel, además, a su amor por el presente,
y a esa vocación democrática que lo hizo creer siempre en la irreductible
dignidad de todo ser humano, hasta el punto de sentir, seguramente con razón,
que la fuerza de su diálogo venía del otro. Tal vez por eso amaba tanto los
Diálogos de Platón. Tal vez por eso su obra será menos un cúmulo de teorías y
verdades que un espléndido ejemplo del arte de pensar y un ejercicio ejemplar
de fe en el futuro de la especie. Tal vez por eso, aunque el error lo intente,
no saldrán de ella dogmas sino hombres libres, aplicados al goce singular de
pensar por sí mismos. Hombres que le prometan a la tierra “no despreciar ninguno de sus enigmas” y que sin temor puedan unirse
a ella, como Estanislao Zuleta, “con un
lazo mortal”.
EL NIVEL COMUNICACIONAL DE LAS COMPETENCIAS CIUDADANAS
Estanislao Zuleta |
Al examinarse en el Distrito Capital y el país
los diversos programas y proyectos sobre el tema
de ciudadanías activas y competencias ciudadanas,
los diversos programas y proyectos sobre el tema
de ciudadanías activas y competencias ciudadanas,
en éstas el componente más acentuado es el nivel cognitivo
(rudimentos de la Constitución Política,
(rudimentos de la Constitución Política,
elementos de las instituciones públicas,
algunos elementos de historia social etc.),
algunos elementos de historia social etc.),
descuidándose el nivel comunicacional; y peor aún,
abandonándose el nivel del aprendizaje y tratamiento
del auto-control de emociones,
tan cotidianamente habitado de problemas por superar.
Nos hemos propuesto discutir en formación
de ciudadanías activas, introduciendo algunos planteamientos básicos
del nivel comunicacional de las competencias ciudadanas,
identificando bien la relación diferencial
de ciudadanías activas, introduciendo algunos planteamientos básicos
del nivel comunicacional de las competencias ciudadanas,
identificando bien la relación diferencial
entre la comunicación oral y la comunicación escrita.
Dado que hablar, conversar, dialogar e intervenir verbalmente en público
es una de las habilidades sociales a las que los ciudadanos
están abocados corrientemente frente a representantes de instituciones públicas;
es una de las habilidades sociales a las que los ciudadanos
están abocados corrientemente frente a representantes de instituciones públicas;
consideramos que el ámbito de la oralidad es donde han estado manifestándose
los mayores problemas y déficits comunicacionales por resolver.
los mayores problemas y déficits comunicacionales por resolver.
Compartimos con el autor Zuleta la idea sobre el tema
del " respeto en la comunicación" como elemento común fértil y conflictivo
de la relación entre comunicación escrita y comunicación oral,
donde se exponen y someten a prueba facultades ciudadanas básicas;
del " respeto en la comunicación" como elemento común fértil y conflictivo
de la relación entre comunicación escrita y comunicación oral,
donde se exponen y someten a prueba facultades ciudadanas básicas;
como quedan de presente en la experiencia social de los Observatorios Ciudadanos
en el Distrito Capital. Por todo esto consideramos más que pertinente
en el Distrito Capital. Por todo esto consideramos más que pertinente
el siguiente texto del mencionado autor Zuleta.
Herman Martínez Ch.
Herman Martínez Ch.
EL RESPETO EN LA
COMUNICACIÓN[1]
ESTANISLAO
ZULETA
Nosotros
hemos hablado, desde el comienzo, de oponer a una cultura de la violencia una
cultura de los derechos humanos o dicho de otra manera, oponer a una cultura
autoritaria y de la imposición una cultura de la reciprocidad y del respeto.
Pero no hemos desarrollado, hasta ahora, aquello en lo que podría consistir una
cultura del respeto fuera, desde luego, de lo evidente, es decir, de no matar a
la gente o de no pegarle o impedirle
hablar; pero esto no es algo tan claro y su estudio es bastante difícil. Vamos
a hacer aquí un comienzo de desarrollo expuesto de manera muy sencilla.
Podemos
introducirnos en el tema analizando algunos elementos del problema del respeto
en un solo nivel: el nivel del discurso, el discurso autoritario y el discurso
respetuoso.
Esperamos
que de aquí pueda salir para nosotros un material interesante y una acción
interesante: un mensaje a los educadores colombianos sobre la educación en el
respeto y para el respeto, el cual forma parte de los trabajos que estamos
realizando con el Ministerio de Educación.
Voy
a comenzar por exponer, de la manera más simple, algunos elementos de lingüística en el análisis del discurso.
Desde
hace ya un tiempo, es conocido que el discurso se analiza en seis aspectos
fundamentales, aunque algunos lingüistas le agregan otros (ver: Lingüística y
Poética de Román Jakobson). Estos seis elementos son:
El referente
(contexto)
El emisor El destinatario
(receptor) El código
El mensaje
El contacto
Todo
proceso de comunicación tiene tres elementos básicos: el emisor (alguien que
habla); el referente (algo de que se habla) y el destinatario (alguien a quien
se dirige o a quien se habla).
Además,
un código, que debe ser relativamente común, pues obviamente si uno habla en
chino y el destinatario no sabe ese idioma, ahí no hay ningún proceso de
comunicación Este código es lingüístico, pero también contiene elementos
ideológicos y valorativos. Por ejemplo, si yo expongo un término al que no le
doy ningún sentido peyorativo y quien lo escucha sí se lo está dando, tampoco
nos vamos a entender aunque la palabra sea la misma.
Tenemos
también un contacto, es decir, por qué medio se comunican el emisor y el
destinatario. Para dar un ejemplo sencillo, es muy diferente si se comunican
por escrito o si se comunican en una conversación. Por escrito, el destinatario
es en cierto modo virtual: un escrito puede ser leído por mucha gente
diferente. Incluso si es una carta personal, de la cual uno puede estar seguro
de que no va a ser mostrada a otros, de todos modos es distinto, porque el
destinatario la puede recibir en diversos momentos: en un momento en que está
entusiasmado o en que está deprimido, en un momento en que está en muy buenas
relaciones afectivas con el emisor, o en muy malas, y todo
Hay
otra diferencia entre el contacto por la escritura y el contacto oral. En el
lenguaje hablado, uno puede estar “chequeando” la manera como está siendo recibido
lo que se dice, así sea en una manifestación pública o en una conversación
personal; cuando, por ejemplo hay signos de desaprobación en el
destinatario, uno puede volver sobre lo
que ha dicho y corregir diciendo: “No, lo que les quería decir, era lo
siguiente…” y tomar de nuevo su propio discurso modificándolo, etc. En cambio,
el lenguaje escrito queda y tiene que defenderse a sí mismo ante un
destinatario virtual.
Hay
otro elemento del proceso de comunicación, que por lo general se denomina “mensaje”;
yo preferiría llamarlo “forma del mensaje”, o estilo, es decir, la manera en
que se expresa alguna cosa, que puede ser poética, simplemente expositiva, o
didáctica, y que muchas veces es indicativa de lo que el emisor piensa del
mensaje. Así, por ejemplo, es muy distinto pedir en un restaurante; “sírvame un
jugoso bistec”, a decir, “sírvame un pedazo frito del cadáver de una vaca”.
Aunque el referente sea el mismo, la impresión que recibe el destinatario del
mensaje, es completamente diferente.
El
contacto entre emisor y destinatario no es sólo, desde luego, la escritura o la
palabra hablada. Una misma frase dicha al oído en la almohada o en una
manifestación pública, tiene sentido completamente diferente.
Lo
que se ha intentado en este cuadro es reducir a seis elementos mínimos los
procesos que confieren una significación al lenguaje. Esto fue lo que hizo
Roman Jakobson, y que después de él se ha empleado en mil formas de análisis.
Aquí vamos a comentarlo, ya que se trata de un clásico del tema y es bastante
conocido.
Muchas
de las formas de incomunicación se deben a fallas en algunos o todos estos
aspectos. Un ejemplo frecuente es cuando el emisor está hablando de una cosa y
el destinatario cree que se trata de otra; se produce una incomunicación y se
hace necesario, rectificar. Entonces el destinatario tiene que decirle al
destinatario, por ejemplo: “Hombre, no te enojes, yo no estaba hablando de tu
mamá sino de tu suegra”, y la cosa cambia inmediatamente. Lo que ocurre es que
no coincidía el tema.
Estos
son ejemplos muy sencillos para ilustrar el papel de los elementos de la
comunicación. Podemos considerar otros más complejos. Si dos personas están
hablando de la libertad, pero las dos entienden por libertad cosas distintas,
entonces se produce un diálogo de sordos, como muy frecuentemente ocurre entre
marxistas y liberales. Los marxistas entienden por libertad la igualdad de
posibilidades reales, económicas y educativas, mientras que los liberales
entienden, principalmente, que no haya prohibición para diferir; luego ambos están
hablando bien de la libertad, pero entienden por ella cosas distintas, aunque
relacionadas.
Miremos
un poco el papel del emisor en el discurso que produce. Hay casos en los cuales
éste tiene muy poca importancia, o, como suele decirse, tiende casi a cero, que
es lo que ocurre en el discurso de la ciencia. Cuando alguien dice "dos
más dos son cuatro", no está diciendo nada de sí mismo ni a nombre de sí
mismo; e igual cosa pasa en cualquier formulación científica más o menos
demostrada. Pero es muy distinto cuando el que está hablando es, por ejemplo,
un poeta lírico, quien prácticamente todo lo que dice es sobre sí mismo. Para
poner ejemplos extremos.
Ahora
bien; no nos extenderemos más en este problema, para llegar rápidamente al
punto que mayor interés tiene para nosotros aquí: el análisis del discurso
autoritario.
La
gran característica de este tipo de discurso consiste en que el emisor se
considera a sí mismo garantía de verdad de lo que enuncia (es el elemento denominado
"tercero garante" en el esquema de Jakobson). Este fenómeno es muy
típico del discurso dogmático, político o religioso, en el que se suele
declarar, por ejemplo: "Eso lo dijo Marx", o Lenin, o San Pablo, o
cualquier autoridad venerada, como si tal cosa fuera suficiente para ser
cierto. Es decir, no es el conjunto de un texto lo que se considera, sino su
fuente indiscutible.
En
el discurso dogmático no se apela a la corroboración por parte del
destinatario, simplemente porque no la necesita. Se supone que el emisor mismo
tiene la verdad, es decir, se confunden en una sola cosa la autoridad y la
razón.
Comparativamente,
el religioso que cree en sus dogmas tiene hasta un poco más de razón que el
marxista porque cree que lo que él está
citando se lo dictó Alá o Mahoma, y Alá no puede estar equivocado; o se lo
dictó el Espíritu Santo a alguien, y al Espíritu Santo ya no se le puede
cuestionar nada.
Es
muy frecuente en la prosa y en distintas situaciones de la vida cotidiana, el
empleo de la cita en el sentido del discurso dogmático. La cita se considera
intocable, necesariamente cierta, y quien esté en desacuerdo con ella es un hereje
o algo por el estilo.
En
un sentido completamente opuesto, la discusión científica nos ofrece lo que
pudiéramos llamar el modelo del discurso respetuoso. Aquí, el otro, el
destinatario, es considerado como un igual. Cuando uno trata de demostrar algo
—y ese es el estilo de la discusión científica— sólo se puede tratar al otro
como a un igual; pero eso es un modelo de la reciprocidad en la comunicación.
Porque a un inferior se le ordena o se le intimida; a un superior se le suplica
o se le seduce; pero a un igual se le demuestra.
Esta
es una posición que nos viene ya incluso desde Grecia: la reciprocidad y la
igualdad en el discurso de la ciencia y la filosofía, por lo menos en Platón y
Aristóteles.
Incluso
las costumbres en la conversación o en la discusión científica lo indican en su
estilo mismo: "Permítame en gracia de discusión esta hipótesis", con
lo cual se le está pidiendo al destinatario permiso para poder desarrollar algo
y ver a qué conclusión se llega.
Este
es un modelo muy interesante, casi ideal; porque, desde luego, no todo pueden
ser discusiones científicas, pero con él podemos entender una actitud que por
sí misma implica que el otro es tratado como un igual y tiene, por lo tanto
todas las posibilidades de objetar y disentir.
Hay
más. En la mayor parte de la discusión científica como se hizo en Grecia, o en
el Renacimiento (en el Diálogo de los Mundos, de Galileo por ejemplo), o como
haciendo ahora, al otro se le dan todas las condiciones para que responda y
desarrolle sus tesis, en contra de lo
que sostiene el emisor. El otro es
tratado con el máximo de respeto.
Ahora
bien, cualquier discurso puede ser autoritario independientemente del tema, es
decir, que se puede enseñar dogmáticamente cualquier cosa, y no sólo el
catecismo del padre Astete, sino incluso la aritmética: "Apréndase que
menos por menos da más, y si no se raja". Y aunque el alumno no entienda
por qué eso es así, de todas maneras hace la operación y le queda bien.
Aprendió y pasó la materia. Pero le están enseñando en el modelo autoritario.
El
problema, pues, no es simplemente que hay referentes como la religión o como
ciertas formas de política, que de suyo son dogmáticas, sino que cualquier
referente se puede volver dogmático según la manera como el emisor trate al
destinatario.
Es
posible analizar en detalle un cierto discurso y encontrar que ya en las
características de su código de lenguaje (el tipo de adjetivación, los
sustantivos usados) está descalificando al otro totalmente ("Ese es un
personaje al que no vale la pena dirigirse"). Contiene una autorreferencia
que liquida de antemano cualquier discusión: "Nosotros —los emisores—
somos honestos y por lo
Una
característica muy frecuente del discurso autoritario consiste en que el emisor
no puede siquiera imaginar que alguien piense distinto a él. Vamos a ver
primero algunos ejemplos muy duros, pero luego veremos que es bastante
frecuente. Tertuliano (sic), aquel emperador que se convirtió al cristianismo,
decía: "Todos los que no piensan como nosotros están locos". Y lo más
particular es que lo decía en un lección sobre la Santísima Trinidad que no es
nada tan evidente.
En
psicoanálisis conocemos un fenómeno que suele denominarse "el discurso
paranoico". Una característica muy típica de este discurso —antes incluso
de que haya delirios paranoicos propiamente establecidos—, consiste en que el
sujeto habla desde la evidencia: lo que él dice es cierto, y todo lo que pueda
ocurrir sólo le demuestra su verdad. Si el hombre está embarcado en una
cualquiera de esas formas clásicas de la
paranoia, digamos en unos celos
interpretativos, todo le demuestra por ejemplo, que su esposa le está siendo
infiel con alguien conocido. Generalmente tiene un cómplice esquizoide que le
hace caso, al cual le dice entonces: "¿Te diste cuenta? Ni siquiera se
miraron en toda la noche, sólo por despistarme a mí". Pase lo que pase,
todo le va a demostrar su tesis.
Ante
un discurso de esos, que parece grotesco porque ahí ya estamos pasando a la
patología, uno puede recordar muchas cosas que ya no son patológicas, o por lo
menos no se clasifican así. En el
discurso paranoico está implícito que el destinatario tiene que ser, o un
espejo, que refleje todo lo que el emisor dice y lo apruebe, o un ciego que no
ve nada. En los análisis de casos, esto aparece por todas partes. Se trata en
todo caso del desconocimiento del destinatario, al cual, en última instancia,
se le convierte en un enemigo cuando no aprueba discurso del paranoico.
El
mismo juego se da con una inmensa frecuencia en política. Si el otro no está de
acuerdo, es porque representa a los enemigos de clase. Si lo que yo digo es el
punto de vista del proletariado, y el otro representa a la burguesía, no es
sólo que no esté de acuerdo sino que, además, hace parte de los perseguidores;
o simplemente, es de una ingenuidad que no entiende nada (es un ciego).
Aunque
es más infrecuente, esto también se da en la escuela. El que no esté de acuerdo
con algo, es porque es bobo o porque tiene mala voluntad, o porque quiere
boicotear la clase. No puede ser, en ningún caso, que el otro puede estar viendo
las cosas distintas, porque el emisor está hablando desde la posición que vamos
a llamar "paranoica", por darle algún nombre. No hablar desde una
hipótesis ni poner en duda lo que está diciendo, sino hablar desde la
evidencia, es decir, no esperar del destinatario ninguna corroboración efectiva
que le sirva a uno para reconocer que lo
que está planteando puede ser cierto.
Muchos
de nosotros, que hemos estado o andado en movimientos políticos, podremos
reconocer hasta qué punto se ha empleado este tipo de discurso
Y
este discurso se combina en política con lo que podríamos llamar "identificación
imaginaria” decir, que quien habla no se considera una persona que tiene una
opinión, sino que habla a nombre del “proletariado”, "la nación", "la patria",
"los abstencionista”, etc.
Es
una formación muy frecuente, por ejemplo, entre los caudillos y los dictadores,
los cuales hablan siempre a nombre del "pueblo", y consideran que
fuera de ellos sólo puede haber "enemigos del pueblo". Plantean así
una disyuntiva obligada.
Llamamos
"imaginarias" a estas identificaciones, pues el emisor del discurso
se considera representante de todo un pueblo que ni siquiera ha sido
consultado, por ejemplo. Existen representantes que pueden ser relativamente
reales, como alguien que es elegido por un sector al Concejo Municipal,
suponiendo que este sector fue por lo menos consultado. También hay
representantes efectivos, como ocurre con un grupo de trabajo —por ejemplo el
nuestro en este seminario— que luego de una discusión decide sostener
determinados puntos, y designa a alguien que hable en nombre del grupo: este es
ya un representante real.
Un
representante imaginario es, por ejemplo, uno de esos señores que, con un grupo
de 100 amigos, decide "representar" al proletariado, el cual no sabe
siquiera que existen. A partir de ahí, no se les puede hacer ninguna objeción
sin que ésta se entienda como un "ataque al proletariado".
Otro
aspecto que se ha estudiado mucho últimamente, es el que se denomina "el
discurso dialogístico". Significa que aunque uno no esté realmente
dialogando, por la forma-del discurso está permanentemente teniendo en cuenta
el pensamiento, y todas las posibilidades de diferenciación de aquellos a
quienes se dirige, en lugar, por ejemplo, de descartarlos o de englobarlos
("Todos sabemos que esto y esto...), que es una manera de descartarlos
como diálogo posible.
Este
discurso dialogístico, tiene ejemplos supremamente altos en la historia, como
los diálogos de Platón, especialmente el Gorgias, que es un ejemplo maravilloso
de cómo un expositor (en este caso Platón) no solamente tiene en cuenta a
quienes no están de acuerdo con sus tesis, sino que pone en su boca los mejores
argumentos posibles desde su punto de vista (el del otro). En lugar de hacer lo
que podríamos "parlamentarismo tramposo": ponerle zancadillas al otro
porque dio un mal ejemplo, hacerle designaciones que desacrediten su discurso
por sus orígenes en el momento en que estaba haciendo un buen argumento, etc.
Es decir, tratar de descontinuar al otro, no refutando su tesis con argumentos
pertinentes, sino aprovechando sus errores o trayendo cualquier motivo para
desacreditarlo.
Entonces,
el discurso dialogístico es lo que Kant expresó de manera inolvidable con la
fórmula "ponerse en el lugar del otro", como uno de los criterios de
racionalidad, y de lo cual él mismo dio ejemplo. Cuando Kant discute contra Hume,
él no se ciñe a lo que Hume dice en sus textos, sino que trata de mejorarlos,
trata de ver qué mejor se podría decir desde allí, qué mejor se podría ver,
para luego oponerle sus tesis. Lo mismo hace Platón con los sofistas,
especialmente con Calicles, el más fuerte de todos, aunque probablemente no
haya existido sino que se lo haya inventado Platón. La argumentación de
Calicles a favor de las tesis de los sofistas es, incluso, mejor que la de
todos los que realmente existieron. Este es el máximo, es casi un ideal, pero
es que es bueno ver las cosas en términos de ideales. Los derechos humanos, por
ejemplo, también son un ideal.
En
el sentido kantiano, un ideal no es una quimera —son los mismos términos de
Kant—, como puede ser, por ejemplo, una utopía rara (un pueblo de genios como
en la utopía romántica). Un ideal es más bien algo a lo que no se puede llegar
en términos absolutos, pero a lo que se puede tender a acercarse, por ejemplo,
la igualdad entre los hombres. No es una quimera porque nos sirve para
establecer una tipología, aunque de todas maneras en ningún país todos los
hombres son iguales, pero no es lo mismo Suráfrica que Suecia, desde el punto
de vista de la igualdad, o por ejemplo respecto a los derechos humanos. En
ninguna parte, con todo lo que los derechos humanos contienen, éstos se
realizarán en sentido absoluto. El mismo Kant decía que las relaciones humanas
no podrán ser nunca recíprocas, porque hay tipos de relaciones que no lo pueden
ser de suyo, por ejemplo entre los niños y los adultos que no son recíprocas incluso de hecho: los niños
dependen de los adultos mientras los
adultos no dependen de los niños, hay diferencias de saber entre unos y otros,
incluso de saber lo que le conviene al
otro, etc. Pero de todas maneras, tratar a los niños tratar a los niños en una
forma afectuosa y con explicaciones, y tratarlos a patadas, no es lo mismo.
En
tal sentido, los derechos humanos son un ideal, son una tendencia, y esto nos
permite hacer una tipología de las sociedades y también de las relaciones
personales.
Decíamos
que existe en el análisis moderno del lenguaje, el estudio del dialogismo
implícito. Se trata de saber en qué medida el expositor es capaz de introducir
en el discurso, aquello que podría creerse por parte de los destinatarios, e
intentar responder a eso. Y hay todo un conjunto de fórmulas en las que se da
juego implícitamente al diálogo, y que son mucho más frecuentes hoy en día en
la prosa anglosajona que en la prosa francesa. Por ejemplo: "a su
juicio", "lo que a mí me parece", "hasta donde hemos
alcanzado a estudiar el problema, hemos llegado a esta conclusión", etc.
También
esto de un discurso radicalmente no autoritario es un ideal, pero es un ideal
al que puede tenderse. Desde luego, no es lo mismo una exposición de Hitler en
el Reichstag que un discurso de Churchill ante los Comunes, ni mucho menos, el
cual incluye también elementos de autoridad: el respeto que se tiene por la
figura, por la capacidad oratoria y de exposición, etc.
Veíamos
que una forma frecuente del discurso autoritario es la identificación
imaginaria ("Yo no soy un hombre, yo soy un pueblo"), en la que se
opone a la diferenciación, las opiniones, es decir, aquellos que no están de
acuerdo con
Una
característica muy típica del populismo, por ejemplo, es que el expositor, el
caudillo, no se considera a sí mismo como un político, sino como alguien que
está en contra de los políticos, o en contra de las oligarquías. Gaitán, por
ejemplo explicaba que las oligarquías no eran los ricos, y que los verdaderos
oligarcas eran "los politiqueros", que se habían tomado el país. En
el mismo sentido hablaba Laureano Gómez de "los politicastros".
Aunque, desde luego, también el caudillo o el dictador sean políticos, pero se
los saca del juego y se descalifica cualquier réplica como cosa de
"politiqueros" que sólo hablan a nombre de sus partidos, etc.
Este
procedimiento, consistente en devaluar de antemano toda posibilidad de réplica
del destinatario, es típico del discurso autoritario.
Sobre
el discurso dialogístico, los textos más clásicos son de Mijaíl Bajtín. Hay
estudios muy detallados en los que se compara el estilo dialogístico (para él
el ejemplo máximo es Dostoievski) con lo que él llama el estilo monológico.
Aquí el emisor se identifica con una parte del destinatario —la parte buena— y
la separa de la parte mala. En el discurso de Stalin para el entierro de Lenin,
por ejemplo, Stalin divide las cosas de una manera muy simple: "Los
comunistas somos hombres de una madera especial —es casi mítica la cosa—, con
una visión especial, con una distinción especial. Los otros son los que pueden
no estar de acuerdo con nosotros, pero tanto mejor". También Mao decía:
"Si el enemigo está en desacuerdo, tanto mejor; eso demuestra la verdad de
nuestra posición". ¿Y cómo se sabe quién es el enemigo? ¡Es el que está en
desacuerdo con nosotros! Entonces, la cosa se vuelve redundante, el discurso se
cierra sobre sí mismo, se cierra a todo diálogo posible, sólo hay un monólogo
autocorroborado.
El
más claro en este terreno es Hitler. El no ocultaba las cartas, era más burdo y
también más bruto. Hitler se anticipa a toda discusión porque se oponía por
principio a la inteligencia: "Nosotros —-dijo en un discurso— somos
enemigos de la inteligencia que divide un pelo en cuatro y partidarios del gran
entusiasmo que mueve las masas".
Para
ver otro aspecto del problema que estamos tratando, les quiero recomendar la
lectura del ensayo de Montaigne “Del arte de conversar". Allí se hace una
crítica generalizada de los problemas
que se presentan en la comunicación, aunque Montaigne no usa estos
términos ni fórmulas como las que aquí
hemos visto, pero tiene una inmensa visión del problema. Les remito a este
texto, de lectura muy placentera por lo demás, para ver todo lo que falla en
nosotros cuando conversamos en privado, entre amigos, en el café, etc., y cómo
allí mismo comienza una cultura del irrespeto.
Este
fragmento a manera de introducción, es una invitación a pensar, especialmente
formulada a los educadores, en el material que se está elaborando, en la forma
en que lograremos que la formación de los estudiantes sea respetuosa ya en la
manera misma de formularla, en la forma del trato, en la manera de responder a
una objeción equivocada o no, y, en fin, en lo que consiste una comunicación
humana respetuosa. Este material, que no tendrá un gran aparato teórico, pero
sí indicaciones muy precisas sobre cómo se empieza a irrespetar a la gente
desde un cierto tipo de enseñanza, será un aporte al desarrollo, que va a ser
muy largo, de lo que nosotros hemos llamado una cultura de los derechos
humanos.
diálogo en conflicto |
[1]
Conferencia pronunciada por Estanislao Zuleta durante
el Seminario de Evaluación de la Comisión Presidencial para la Defensa,
Protección y Promoción de los Derechos Humanos y el Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo PNUD -. Paipa, junio 20 de 1.988
"EFICIENCIA ADMINISTRATIVA VS.: CONFIANZA CIUDADANA":
PERSISTENCIA DE LA DESCONFIANZA CIUDADANA COMO PROBLEMA CENTRAL EN LA LUCHA CONTRA LA CORRUPCION SOCIAL EN EL DISTRITO CAPITAL
"EFICIENCIA ADMINISTRATIVA VS.: CONFIANZA CIUDADANA":
PERSISTENCIA DE LA DESCONFIANZA CIUDADANA COMO PROBLEMA CENTRAL EN LA LUCHA CONTRA LA CORRUPCION SOCIAL EN EL DISTRITO CAPITAL
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