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CIUDADANÍAS ACTIVAS Y COMPETENCIAS CIUDADANAS

BOGOTA, CIUDAD DE MULTITUDES CIUDADANAS... (?)
OBSERVATORIO CIUDADANO DISTRITAL OCD EVALUA EJECUCIÓN 2014 DE BOGOTA HUMANA

Un grupo de ciudadanos activos de Bogotá integrados en el Observatorio Ciudadano Distrital OCD   han presentado este 5 de noviembre/15 en el Planetario Distrital un informe diagnóstico de la ejecución 2014 del plan de desarrollo Bogotá Humana.

Este diagnóstico a la ejecución del Plan Distrital de Desarrollo de la vigencia 2014 es el primero que en la presente Administración Pública de la ciudad logra presentarse en forma completa, aplicando el Estándar Internacional para Gobiernos Confiables: durante 2012 se acogió esta herramienta y se socializó en poblaciones de las 20 localidades; en el  2013 se realizó un ejercicio incipiente de informes por localidades;   sólo para el 2014 se presentó informes completos por localidades y se logró a su vez, mediante constitución del Observatorio Ciudadano Distrital, producir verificación diagnóstica que ha sido presentada a la ciudad en el Planetario Distrital como informe diagnóstico a esa vigencia. El Observatorio Ciudadano aspira en el primer semestre del próximo año presentar el diagnóstico de la ejecución del Plan de  desarrollo Distrital a la vigencia  del año 2015

El Plan de Desarrollo Distrital Bogotá Humana 2012 - 2016 (Acuerdo 489/12), al asumir como problema específico el desafío de la corrupción en la ciudad, contempla como una  de  las  alternativas de solución promover mayor control social democrático ciudadano  e instauración de mecanismos de seguimiento,  estándares  e indicadores para la medición y evaluación de la gestión pública distrital (artículo 38;  2o. Proyecto Prioritario, pág. 221), entre otras acciones colectivas  para afrontar el fenómeno problemático de la  corrupción  social sobre la administración pública. 

Una perspectiva fértil para enfrentar el problema de la corrupción en la ciudad, al lado de la activa movilización organizada de los ciudadanos, es la imprescindible dotación de una explícita ética política  (construida sobre valores y principios  públicosciviles y autónomos) que regule y enaltezca los logros de esa lucha. Esta ética está sugerida y prevista en el plan distrital de desarrollo.  Además  no está partiéndose de cero, pues en el Distrito Capital desde 2006 se produjo y acogió el  Ideario Etico de Bogotá (Acuerdo 244/06, desarrollado mediante Decreto 168/06); lo que está pendiente es la construcción de unos Acuerdos Eticos Mínimos entre los actores sociales de esta ciudad plural e incorporarse los diversos pactos con los que se ha procurado avanzar en el tema, de modo que obren también como insumos culturales reguladores en la generación de una cultura civilizada de conflictos en la ciudad, que es el tema que subyace al debate sobre la paz de los colombianos

Esta es una tarea que bien puede promover y monitorear el Observatorio Ciudadano Distrital OCD desde perspectivas de ciudadanías activas y realización social de los derechos humanos, en el ejercicio de acciones públicas de construcción de convivencialidad democrática en la ciudad, a partir de sus fortalezas y logros por desarrollar.

El informe diagnóstico de la ejecución 2014 mencionado puede considerarse un primer avance de la herramienta Estándar Internacional para Gobiernos Confiables (ISO 18091:2014), en la promoción y activación del valor del diálogo eficaz entre ciudadanía e institucionalidad  para el logro de la confianza pública. Esto es esencial si se considera que uno de los problemas matriciales que acoge el Plan de Desarrollo Distrital Bogotá Humana es la desconfianza de los ciudadanos en las instituciones y el Estado. Y este informe del Observatorio Ciudadano, en el componente de desarrollo institucional, examina la gestión de los funcionarios públicos del Distrito Capital, de cuya calidad depende aquella confianza/desconfianza ciudadana en la institucionalidad pública. En mucho, el diálogo productivo es "la nuez racional" de esta herramienta de verificación diagnóstica,  especialmente si se parte de que esta administración pública ha erigido el factor humano en "el centro de las preocupaciones de los programas de desarrollo social".


Los habitantes y ciudadanía del Distrito Capital cuentan, a partir de este informe diagnóstico del Observatorio Ciudadano Distrital, con un insumo técnico y ciudadano para apreciar mejor balances sobre la ciudad,  como el que presentará el Alcalde Mayor en diciembre/15 próximo, así como para la audiencia pública de rendición de cuentas de 2016; y una herramienta de diálogo social y acción colectiva en los próximos Encuentros Ciudadanos. Herman Martínez Ch., integrante del OCD. 
PRODUCIENDO EL INFORME DEL OBSERVATORIO CIUDADANO




















¿Por qué las competencias ciudadanas se han reducido en Colombia y Bogotá
 sólo a su componente cognitivo, invisibilizando los niveles del control
 o autocontrol emocional y el nivel comunicacional?
 ¿qué relación problémica expresa en el país y la ciudad
 la interacción entre la comunicación escrita y la comunicación oral?
¿Puede la problemática del "respeto en la comunicación"
ser uno de sus puentes articuladores de esos dos momentos de la comunicación?
 ¿y qué importancia práctica actual posee todo ésto para la formación
 de ciudadanías activas y para los Observatorios Ciudadanos?
 Quizá este breve ensayo del escritor William Ospina
 proporcione algunas luces a esta problemática ciudadana. H.M.

Estanislao Zuleta:


El arte de la conversación


William Ospina

La sociedad moderna es víctima de la superstición de la escritura. Cree, a diferencia de la remota antigüedad y de algunos hombres a lo largo del tiempo, que la única perduración posible de un pensamiento está en que sea escrito, ojalá lo más rigurosamente posible. Está en esta creencia la sensación de que a las palabras se las lleva el viento, y también la sensación de que lo que escuchamos pertenece al olvido y lo que leemos pertenece a la memoria. Igualmente yace allí la idea moderna de que sólo es válido lo que se produce de un modo industrial y puede alcanzar así muchedumbres. Hablar es hablar para unos pocos, escribir es escribir para todos. Hablar es escribir en el viento, escribir es hablar con la eternidad.

Me llegan estas consideraciones pensando en el más hermoso e intenso caso de magisterio verbal que hayamos presenciado; la vida de Estanislao Zuleta, cuyo cuerpo entregamos a la tierra hace apenas tres semanas.Ya he oído deplorar que su inmensa inteligencia se hubiera disgregado con sus días, en exposiciones verbales, en conversaciones casuales, y carezca por ello del rigor y de la firmeza de lo escrito.
No sólo no comparto esas deploraciones. Más de una vez en vida suya me pregunté por qué Estanislao prefería socráticamente hablar a escribir, y me pregunté qué tan adecuada a laépoca y a la importancia de su labor intelectual en era esa actitud. Hoy sé que Estanislao tenía razón; y estos primeros y dolorosos días de su ausencia ya me han enseñado algunas cosas nuevas sobre él, porque quien ha sido un verdadero maestro no cesará de enseñarnos, aunque su cuerpo pertenezca a la danza ciega de los elementos, aunque su voz no sea ya más que uno de los insonoros cauces de nuestra mente.

En alguna parte de su obra, Borges dice que el olvido no existe. En otra, que el olvido “no es más que una de las formas de la memoria, su oculto sótano”. Aquello que intuyó el poeta es lo que pensó nuestro filósofo. Estanislao descreía del olvido. Fiel a su maestro Freud, sabía que todo lo que ha pasado por nuestras almas permanece en ellas, vivo y activo, aunque no aflore nunca a la conciencia ni se emancipe en lenguaje. Estanislao no podía creer, como tantos, que perdía el tiempo discurriendo sobre los grandes enigmas del mundo ante pequeños y tal vez casuales auditorios; no cabía en su espíritu la sospecha de que se derrochaba. Era un huésped gozoso del presente. Por eso solía repetir las palabras de Goethe:

No la busques en el pasado

por medio de la añoranza,

no la busques en el futuro

por medio de la esperanza,

porque la felicidad está siempre aquí

está en ti,

eres tú quien no estás a su altura.

No creo que le importara demasiado la repercusión que su pensamiento pudiera tener en regiones y edades distantes. Le importaba estar allí, en ese presente evanescente y precioso, en ese momento supremo e irrecuperable,persistiendo en su fidelidad a unos principios que alcanzó muy temprano, dispuesto a no despreciar los tremendos o deleitables enigmas del mundo, y le complacía poder compartirlos con otros en el momento mismo en que se trasmutaban en orden y en lenguaje.

Nadie puede pensar que su gusto por el lenguaje oral fuera una forma de la evasión o el facilismo. Hay en sus conferencias, en sus charlas, un rigor tal, una tan serena dosificación de su vasta cultura, que nos sorprende cuando las vemos transcritas el que no hubieran requerido esquemas previos, planificaciones y arduos borradores. Está en ellas por igual la felicidad del pensamiento y el deleite del lenguaje; un abandonarse a la aventura de pensar, sin más restricciones que el respeto por la lógica y la continua vigilancia de supersticiones y prejuicios.

No había para él interlocutores despreciables o indignos. Cualquiera podía ser su contradictor, y siempre lo vi lanzarse a la discusión con una alegría y un entusiasmo casi infantiles. “Sólo una cosa no hay: es el olvido”. Estanislao pudo haber sido el autor de aquella respuesta que dio Antístenes en Atenas a un joven que se quejaba de haber perdido los manuscritos de unos Comentarios morales: “Más te valdría haberlos escrito en tu alma y no en el papel”. Si todo lo que recibimos permanece en nosotros y obra en nosotros y nos constituye, tal vez sobre ese excesivo desvelo moderno por conservarlo todo en la tinta y el libro.

Pero él amaba los libros. En su compañía vivió la vida entera, y a la sombra de un alto anaquel cargado de sus libros queridos yació solitario las primeras horas de su muerte. Silenciosa y clamorosa compañía: no de otra manera le habría gustado morir, que simbólicamente tutelado por tantas voces que él había sabido matizar y honrar.

Pero su destino era ser un maestro oral, como ya no suelen serlo los filósofos. Dudar de las posibles repercusiones de un magisterio oral sería dudar de los más eficaces maestros de la historia: de Buda, de Cristo, y de alguien más cercano a Estanislao, el cada vez más vivo Sócrates.

Ahora bien, Estanislao nació, como todos los hombres, en una edad de dogmas. Creció viendo cómo, después de la Biblia y del Corán, también las obras admirables de Marx y de Freud se convertían en libros sagrados, y dedicó su vida a fundamentar una actitud hacia los libros, un tipo de lectura, que pudiera esquivar los peligros del dogmatismo. Parte fundamental de su crítica a esa fe ciega en la letra impresa, a esa veneración insensata del texto, fue esa especie de alegre distracción por la suerte de su propia obra. En rigor, no se proponía una obra, concebida como una suma de textos corregidos e impresos, sino hacer —como lo logró— de su vida su obra, y dejarla imborrablemente escrita —pero también viva y cambiante— en los espíritus de aquellos con quienes le fue dado compartirla. Son todos ellos la primera, la inmediata inmortalidad de Estanislao en la tierra. No creo que nadie aspire a mayor inmortalidad que lograr que su voz resuene después en amistosos labios humanos. No hay mayor premio posible que ser amados por quien nos sobreviva, del mismo modo que —como decía Chesterton— tal vez ningún hombre puede ser nada más grande que el amigo de otro hombre.

Muchas obras escritas y transcritas de Estanislao Zuleta perdurarán, y merecerán sin duda la admiración de las generaciones, pero son sólo uno de sus muchos legados. Importan menos las firmes verdades que contienen que el ejercicio de lucidez que incesantemente ilustran.

Otro de los fenómenos que encontró Estanislao al asomarse por primera vez a la filosofía, fue el especioso e infatuado dialecto de muchos filósofos de oficio. Es posible que la filosofía sea una profesión —entre nosotros hasta la poesía termina siéndolo- pero en la desnudez de nuestros corazones sabemos que a leguas por encima de los formalismos académicos y de las ingenuidades profesorales, el genuino deseo de comprender el mundo, el asombro por sus misterios y la perplejidad ante nuestro destino no soportan vanas fórmulas ni se resignan a un lenguaje adocenado o ininteligible. Entendió que el saber debe acercarse a la vida y que el lenguaje —nacido y vivificado siempre en los labios iletrados de las multitudes— puede dar razón del mundo por vías más cálidas y elocuentes que la jerga árida de los especialistas. En Naturaleza y Vida Holderlin lo había dicho así:

Quien ha pensado lo más hondo ama lo más vivo.

Uno de los grandes placeres de la prosa de Estanislao Zuleta es su proximidad a la vida. No deja de haber en ella uno que otro inevitable término técnico, pero el amor del pensador por la literatura, su apasionada relación con la poesía (él mismo fue, más de una vez, un intenso poeta) lo protegieron del riesgo de perderse en una obra convencional, de abandonar el rumbo de su riesgosa y afortunada aventura.

Como su mentor de la infancia, su maestro y amigo Fernando González, Estanislao pensó que el lenguaje corriente, el lenguaje normal de las calles, podía ser un vigoroso instrumento de la reflexión, podía ser filosófico. Hablando de Fernando González, el poeta José Manuel Arango ha escrito:

Usó para pensarnos el dialecto que hablamos.

No otra cosa fue lo que hizo Estanislao. Nos pensó en nuestro lenguaje, en los giros del idioma que hemos conquistado por lalabor de tantas generaciones americanas aplicadas a transformar y hacer propia la lengua de Castilla. Intentó, como algunos filósofos griegos, como sir Thomas Browne, como Voltaire, como Schopenhauer, como Nietzsche, unir la filosofía con la vida, reflexionar al sol, lejos de los gabinetes glaciales de la academia. Su lenguaje es por eso tan cercano y tan cálido. A veces sus ejemplos y sus giros son tan graciosos, tan eficaces en su mordacidad o su ironía, que nos desconciertan. Estanislao es un maestro, pero es ante todo un amigo, y no habrá quien no sienta su cordialidad como un don.

Tal vez termine siendo una conquista americana este esfuerzo por aproximar la inteligencia a la vida, por sazonar con un poco de reflexión, de perplejidad metafísica y de gracia verbal el fluir cotidiano de la existencia. Estamos lejos de soñar con vastos y definitivos sistemas. Maliciosos indígenas, desconfiamos de las respuestas totales tanto como del Estado —tan bueno en la teoría, tan oneroso en la práctica—. Somos ladinos, oblicuos, indisciplinados, individualistas, proclives a la violencia primaria, pero (no todo podía ser error en este desorden) afortunadamente incapaces del nazismo y de sus “enciclopedias de la infamia”.

Con su desdén por la especialización y su vocación de hombre del Renacimiento, Estanislao es también en esto un ejemplo inquietante de disidencia. No sólo se situó voluntariamente al margen de la cultura oficial (para llamarla de un modo excesivo); no sólo se protegió de la escuela apartándose temprano de ella; no sólo fue el crítico más persistente y consistente de las rebeldes generaciones que a la vez orientaba: no sólo luchó con su ejemplo contra nuestro alarmante aislamiento en una cultura de aldea y nos trajo del mundo amplísimo, del planeta en que vivía, tantos temas de reflexión, tantas tesis y autores: marchó también  a contracorriente de muchas tendencias de la cultura contemporánea,anticipando críticas históricas que hoy son los grandes giros de la época y tesis sobre el futuro que hoy comienzan a ser hechos y movimientos. Tímidos, como buenos hijos de los Andes, nos cuesta aceptar que un hombre que vivió entre nosotros haya sido una de las inteligencias más brillantes de la segunda mitad del siglo xx.

Pero creo que hay todavía otra razón para que Estanislao haya renunciado al lenguaje escrito como su principal medio de expresión. Él solía recordar que Kant exaltó la conversación como la más importante de las artes. Kant pensaba que el arte debe fundirse a la vida, debe impregnar la existencia humana de intensidad y de sentido, y sólo por ello llegó a esta afirmación sobre el arte verbal. Yo sé que en nada creyó tanto Estanislao Zuleta como en la conversación y en el diálogo.Y esto, porque en nada creyó tanto como en la amistad. Hablar suponía para él una relación directa e inmediata con los otros, relación que necesariamente pierde quien escribe. Este se relaciona con el texto, pero no tiene contacto alguno con su lector.

Como buen colombiano, Estanislao sólo era capaz de relaciones personales. Para él la filosofía era conversación, diálogo vivo y directo con otros, y la lectura era apenas un ejercicio de preparación para la gran fiesta del diálogo. No es que no le gustara escribir, muchas voces lo hizo, y uno de sus libros publicados consta exclusivamente de textos escritos, entre los cuales está su famoso Elogio de la dificultad, pero seguramente para él no podía compararse el placer de la escritura con el placer de compartir inmediatamente con otros las iluminaciones del pensamiento.

Y sin embargo no creía que su hablar fuera un espectáculo. Alguna vez él, el hombre más elocuente y el más brillanteexpositor que yo he conocido, me dijo: “¿no te ha pasado a veces que frente a ciertas personas no se te ocurre nada? Es que todo lo que uno dice proviene en realidad del otro, del que escucha. Sólo si el que está frente a ti te inspira, puedes pensar y crear, puedes hablar de un tema, y otras cosas se te ocurrirían si fuera otro.” Seguramente no hablaba de sus conferencias sino de su conversación más silvestre y corriente, pero ahora entiendo aquella observación como una prueba más de que al optar por el lenguaje oral Estanislao le estaba siendo fiel a sus más hondas convicciones y estaba desplegando las verdaderas posibilidades de su ser.

Le era fiel, además, a su amor por el presente, y a esa vocación democrática que lo hizo creer siempre en la irreductible dignidad de todo ser humano, hasta el punto de sentir, seguramente con razón, que la fuerza de su diálogo venía del otro. Tal vez por eso amaba tanto los Diálogos de Platón. Tal vez por eso su obra será menos un cúmulo de teorías y verdades que un espléndido ejemplo del arte de pensar y un ejercicio ejemplar de fe en el futuro de la especie. Tal vez por eso, aunque el error lo intente, no saldrán de ella dogmas sino hombres libres, aplicados al goce singular de pensar por sí mismos. Hombres que le prometan a la tierra “no despreciar ninguno de sus enigmas” y que sin temor puedan unirse a ella, como Estanislao Zuleta, “con un lazo mortal”.



     







EL NIVEL COMUNICACIONAL DE LAS COMPETENCIAS CIUDADANAS
Estanislao Zuleta

Al examinarse en el Distrito Capital y el país
 los diversos programas y proyectos sobre el tema
 de ciudadanías activas y competencias ciudadanas,
 en éstas el componente más acentuado es el nivel cognitivo
 (rudimentos de la Constitución Política,
 elementos de las instituciones públicas,
 algunos elementos de historia social etc.),
 descuidándose el nivel comunicacional; y peor aún,
 abandonándose el nivel del aprendizaje y tratamiento 
del auto-control de  emociones,
 tan cotidianamente habitado de problemas por superar.

Nos hemos propuesto discutir en formación
 de ciudadanías activas, introduciendo  algunos planteamientos básicos
 del nivel comunicacional de las competencias ciudadanas,
  identificando bien la relación diferencial
entre la comunicación oral y la comunicación escrita.
Dado que hablar, conversar, dialogar e intervenir verbalmente en público
 es una de las habilidades sociales a las que los ciudadanos
 están abocados corrientemente frente a representantes de instituciones públicas;
consideramos que el ámbito de la oralidad es donde han estado manifestándose
 los mayores problemas y  déficits comunicacionales por resolver.

Compartimos con el autor Zuleta la idea sobre el tema 
del " respeto en la comunicación" como elemento común fértil y conflictivo
 de la relación entre comunicación escrita y comunicación oral,
 donde se exponen y someten a prueba facultades ciudadanas básicas;
como quedan de presente en la experiencia social de los Observatorios Ciudadanos
 en el Distrito Capital. Por todo esto consideramos más que pertinente
 el siguiente texto del mencionado autor Zuleta.
 Herman Martínez Ch.




EL RESPETO EN LA COMUNICACIÓN[1]   
                                                                                              ESTANISLAO ZULETA 

Nosotros hemos hablado, desde el comienzo, de oponer a una cultura de la violencia una cultura de los derechos humanos o dicho de otra manera, oponer a una cultura autoritaria y de la imposición una cultura de la reciprocidad y del respeto. Pero no hemos desarrollado, hasta ahora, aquello en lo que podría consistir una cultura del respeto fuera, desde luego, de lo evidente, es decir, de no matar a la gente o de no pegarle o  impedirle hablar; pero esto no es algo tan claro y su estudio es bastante difícil. Vamos a hacer aquí un comienzo de desarrollo expuesto de manera muy sencilla.

Podemos introducirnos en el tema analizando algunos elementos del problema del respeto en un solo nivel: el nivel del discurso, el discurso autoritario y el discurso respetuoso.

Esperamos que de aquí pueda salir para nosotros un material interesante y una acción interesante: un mensaje a los educadores colombianos sobre la educación en el respeto y para el respeto, el cual forma parte de los trabajos que estamos realizando con el Ministerio de Educación.

Voy a comenzar por exponer, de la manera más simple, algunos elementos de lingüística en el análisis del discurso.

Desde hace ya un tiempo, es conocido que el discurso se analiza en seis aspectos fundamentales, aunque algunos lingüistas le agregan otros (ver: Lingüística y Poética de Román Jakobson). Estos seis elementos son:    

                El referente (contexto)

                             El emisor                      El destinatario 
       
 (receptor)    El código
                       El mensaje
                       El contacto

Todo proceso de comunicación tiene tres elementos básicos: el emisor (alguien que habla); el referente (algo de que se habla) y el destinatario (alguien a quien se dirige o a quien se habla).

Además, un código, que debe ser relativamente común, pues obviamente si uno habla en chino y el destinatario no sabe ese idioma, ahí no hay ningún proceso de comunicación Este código es lingüístico, pero también contiene elementos ideológicos y valorativos. Por ejemplo, si yo expongo un término al que no le doy ningún sentido peyorativo y quien lo escucha sí se lo está dando, tampoco nos vamos a entender aunque la palabra sea la misma.

Tenemos también un contacto, es decir, por qué medio se comunican el emisor y el destinatario. Para dar un ejemplo sencillo, es muy diferente si se comunican por escrito o si se comunican en una conversación. Por escrito, el destinatario es en cierto modo virtual: un escrito puede ser leído por mucha gente diferente. Incluso si es una carta personal, de la cual uno puede estar seguro de que no va a ser mostrada a otros, de todos modos es distinto, porque el destinatario la puede recibir en diversos momentos: en un momento en que está entusiasmado o en que está deprimido, en un momento en que está en muy buenas relaciones afectivas con el emisor, o en muy malas, y todo

Hay otra diferencia entre el contacto por la escritura y el contacto oral. En el lenguaje hablado, uno puede estar “chequeando” la manera como está siendo recibido lo que se dice, así sea en una manifestación pública o en una conversación personal; cuando, por ejemplo hay signos de desaprobación en el destinatario,  uno puede volver sobre lo que ha dicho y corregir diciendo: “No, lo que les quería decir, era lo siguiente…” y tomar de nuevo su propio discurso modificándolo, etc. En cambio, el lenguaje escrito queda y tiene que defenderse a sí mismo ante un destinatario virtual.

Hay otro elemento del proceso de comunicación, que por lo general se denomina “mensaje”; yo preferiría llamarlo “forma del mensaje”, o estilo, es decir, la manera en que se expresa alguna cosa, que puede ser poética, simplemente expositiva, o didáctica, y que muchas veces es indicativa de lo que el emisor piensa del mensaje. Así, por ejemplo, es muy distinto pedir en un restaurante; “sírvame un jugoso bistec”, a decir, “sírvame un pedazo frito del cadáver de una vaca”. Aunque el referente sea el mismo, la impresión que recibe el destinatario del mensaje, es completamente diferente.

El contacto entre emisor y destinatario no es sólo, desde luego, la escritura o la palabra hablada. Una misma frase dicha al oído en la almohada o en una manifestación pública, tiene sentido completamente diferente.

Lo que se ha intentado en este cuadro es reducir a seis elementos mínimos los procesos que confieren una significación al lenguaje. Esto fue lo que hizo Roman Jakobson, y que después de él se ha empleado en mil formas de análisis. Aquí vamos a comentarlo, ya que se trata de un clásico del tema y es bastante conocido.

Muchas de las formas de incomunicación se deben a fallas en algunos o todos estos aspectos. Un ejemplo frecuente es cuando el emisor está hablando de una cosa y el destinatario cree que se trata de otra; se produce una incomunicación y se hace necesario, rectificar. Entonces el destinatario tiene que decirle al destinatario, por ejemplo: “Hombre, no te enojes, yo no estaba hablando de tu mamá sino de tu suegra”, y la cosa cambia inmediatamente. Lo que ocurre es que no coincidía el tema.

Estos son ejemplos muy sencillos para ilustrar el papel de los elementos de la comunicación. Podemos considerar otros más complejos. Si dos personas están hablando de la libertad, pero las dos entienden por libertad cosas distintas, entonces se produce un diálogo de sordos, como muy frecuentemente ocurre entre marxistas y liberales. Los marxistas entienden por libertad la igualdad de posibilidades reales, económicas y educativas, mientras que los liberales entienden, principalmente, que no haya prohibición para diferir; luego ambos están hablando bien de la libertad, pero entienden por ella cosas distintas, aunque relacionadas.

Miremos un poco el papel del emisor en el discurso que produce. Hay casos en los cuales éste tiene muy poca importancia, o, como suele decirse, tiende casi a cero, que es lo que ocurre en el discurso de la ciencia. Cuando alguien dice "dos más dos son cuatro", no está diciendo nada de sí mismo ni a nombre de sí mismo; e igual cosa pasa en cualquier formulación científica más o menos demostrada. Pero es muy distinto cuando el que está hablando es, por ejemplo, un poeta lírico, quien prácticamente todo lo que dice es sobre sí mismo. Para poner ejemplos extremos.

Ahora bien; no nos extenderemos más en este problema, para llegar rápidamente al punto que mayor interés tiene para nosotros aquí: el análisis del discurso autoritario.

La gran característica de este tipo de discurso consiste en que el emisor se considera a sí mismo garantía de verdad de lo que enuncia (es el elemento denominado "tercero garante" en el esquema de Jakobson). Este fenómeno es muy típico del discurso dogmático, político o religioso, en el que se suele declarar, por ejemplo: "Eso lo dijo Marx", o Lenin, o San Pablo, o cualquier autoridad venerada, como si tal cosa fuera suficiente para ser cierto. Es decir, no es el conjunto de un texto lo que se considera, sino su fuente indiscutible.

En el discurso dogmático no se apela a la corroboración por parte del destinatario, simplemente porque no la necesita. Se supone que el emisor mismo tiene la verdad, es decir, se confunden en una sola cosa la autoridad y la razón.

Comparativamente, el religioso que cree en sus dogmas tiene hasta un poco más de razón que el marxista porque cree que lo que él  está citando se lo dictó Alá o Mahoma, y Alá no puede estar equivocado; o se lo dictó el Espíritu Santo a alguien, y al Espíritu Santo ya no se le puede cuestionar nada.

Es muy frecuente en la prosa y en distintas situaciones de la vida cotidiana, el empleo de la cita en el sentido del discurso dogmático. La cita se considera intocable, necesariamente cierta, y quien esté en desacuerdo con ella es un hereje o algo por el estilo.

En un sentido completamente opuesto, la discusión científica nos ofrece lo que pudiéramos llamar el modelo del discurso respetuoso. Aquí, el otro, el destinatario, es considerado como un igual. Cuando uno trata de demostrar algo —y ese es el estilo de la discusión científica— sólo se puede tratar al otro como a un igual; pero eso es un modelo de la reciprocidad en la comunicación. Porque a un inferior se le ordena o se le intimida; a un superior se le suplica o se le seduce; pero a un igual se le demuestra.

Esta es una posición que nos viene ya incluso desde Grecia: la reciprocidad y la igualdad en el discurso de la ciencia y la filosofía, por lo menos en Platón y Aristóteles.

Incluso las costumbres en la conversación o en la discusión científica lo indican en su estilo mismo: "Permítame en gracia de discusión esta hipótesis", con lo cual se le está pidiendo al destinatario permiso para poder desarrollar algo y ver a qué conclusión se llega.

Este es un modelo muy interesante, casi ideal; porque, desde luego, no todo pueden ser discusiones científicas, pero con él podemos entender una actitud que por sí misma implica que el otro es tratado como un igual y tiene, por lo tanto todas las posibilidades de objetar y disentir.

Hay más. En la mayor parte de la discusión científica como se hizo en Grecia, o en el Renacimiento (en el Diálogo de los Mundos, de Galileo por ejemplo), o como haciendo ahora, al otro se le dan todas las condiciones para que responda y desarrolle sus tesis,  en contra de lo que sostiene  el emisor. El otro es tratado con el máximo de respeto.

Ahora bien, cualquier discurso puede ser autoritario independientemente del tema, es decir, que se puede enseñar dogmáticamente cualquier cosa, y no sólo el catecismo del padre Astete, sino incluso la aritmética: "Apréndase que menos por menos da más, y si no se raja". Y aunque el alumno no entienda por qué eso es así, de todas maneras hace la operación y le queda bien. Aprendió y pasó la materia. Pero le están enseñando en el modelo autoritario.

El problema, pues, no es simplemente que hay referentes como la religión o como ciertas formas de política, que de suyo son dogmáticas, sino que cualquier referente se puede volver dogmático según la manera como el emisor trate al destinatario.

Es posible analizar en detalle un cierto discurso y encontrar que ya en las características de su código de lenguaje (el tipo de adjetivación, los sustantivos usados) está descalificando al otro totalmente ("Ese es un personaje al que no vale la pena dirigirse"). Contiene una autorreferencia que liquida de antemano cualquier discusión: "Nosotros —los emisores— somos honestos y por lo

Una característica muy frecuente del discurso autoritario consiste en que el emisor no puede siquiera imaginar que alguien piense distinto a él. Vamos a ver primero algunos ejemplos muy duros, pero luego veremos que es bastante frecuente. Tertuliano (sic), aquel emperador que se convirtió al cristianismo, decía: "Todos los que no piensan como nosotros están locos". Y lo más particular es que lo decía en un lección sobre la Santísima Trinidad que no es nada tan evidente.

En psicoanálisis conocemos un fenómeno que suele denominarse "el discurso paranoico". Una característica muy típica de este discurso —antes incluso de que haya delirios paranoicos propiamente establecidos—, consiste en que el sujeto habla desde la evidencia: lo que él dice es cierto, y todo lo que pueda ocurrir sólo le demuestra su verdad. Si el hombre está embarcado en una cualquiera de esas formas clásicas de la  paranoia,  digamos en unos celos interpretativos, todo le demuestra por ejemplo, que su esposa le está siendo infiel con alguien conocido. Generalmente tiene un cómplice esquizoide que le hace caso, al cual le dice entonces: "¿Te diste cuenta? Ni siquiera se miraron en toda la noche, sólo por despistarme a mí". Pase lo que pase, todo le va a demostrar su tesis.

Ante un discurso de esos, que parece grotesco porque ahí ya estamos pasando a la patología, uno puede recordar muchas cosas que ya no son patológicas, o por lo menos no se clasifican  así. En el discurso paranoico está implícito que el destinatario tiene que ser, o un espejo, que refleje todo lo que el emisor dice y lo apruebe, o un ciego que no ve nada. En los análisis de casos, esto aparece por todas partes. Se trata en todo caso del desconocimiento del destinatario, al cual, en última instancia, se le convierte en un enemigo cuando no aprueba discurso del paranoico.

El mismo juego se da con una inmensa frecuencia en política. Si el otro no está de acuerdo, es porque representa a los enemigos de clase. Si lo que yo digo es el punto de vista del proletariado, y el otro representa a la burguesía, no es sólo que no esté de acuerdo sino que, además, hace parte de los perseguidores; o simplemente, es de una ingenuidad que no entiende nada (es un ciego).

Aunque es más infrecuente, esto también se da en la escuela. El que no esté de acuerdo con algo, es porque es bobo o porque tiene mala voluntad, o porque quiere boicotear la clase. No puede ser, en ningún caso, que el otro puede estar viendo las cosas distintas, porque el emisor está hablando desde la posición que vamos a llamar "paranoica", por darle algún nombre. No hablar desde una hipótesis ni poner en duda lo que está diciendo, sino hablar desde la evidencia, es decir, no esperar del destinatario ninguna corroboración efectiva que  le sirva a uno para reconocer que lo que está planteando puede ser cierto.

Muchos de nosotros, que hemos estado o andado en movimientos políticos, podremos reconocer hasta qué punto se ha empleado este tipo de discurso

Y este discurso se combina en política con lo que podríamos llamar "identificación imaginaria” decir, que quien habla no se considera una persona que tiene una opinión, sino que habla a nombre del “proletariado”,  "la nación", "la patria", "los abstencionista”, etc.

Es una formación muy frecuente, por ejemplo, entre los caudillos y los dictadores, los cuales hablan siempre a nombre del "pueblo", y consideran que fuera de ellos sólo puede haber "enemigos del pueblo". Plantean así una disyuntiva obligada.

Llamamos "imaginarias" a estas identificaciones, pues el emisor del discurso se considera representante de todo un pueblo que ni siquiera ha sido consultado, por ejemplo. Existen representantes que pueden ser relativamente reales, como alguien que es elegido por un sector al Concejo Municipal, suponiendo que este sector fue por lo menos consultado. También hay representantes efectivos, como ocurre con un grupo de trabajo —por ejemplo el nuestro en este seminario— que luego de una discusión decide sostener determinados puntos, y designa a alguien que hable en nombre del grupo: este es ya un representante real.

Un representante imaginario es, por ejemplo, uno de esos señores que, con un grupo de 100 amigos, decide "representar" al proletariado, el cual no sabe siquiera que existen. A partir de ahí, no se les puede hacer ninguna objeción sin que ésta se entienda como un "ataque al proletariado".

Otro aspecto que se ha estudiado mucho últimamente, es el que se denomina "el discurso dialogístico". Significa que aunque uno no esté realmente dialogando, por la forma-del discurso está permanentemente teniendo en cuenta el pensamiento, y todas las posibilidades de diferenciación de aquellos a quienes se dirige, en lugar, por ejemplo, de descartarlos o de englobarlos ("Todos sabemos que esto y esto...), que es una manera de descartarlos como diálogo posible.

Este discurso dialogístico, tiene ejemplos supremamente altos en la historia, como los diálogos de Platón, especialmente el Gorgias, que es un ejemplo maravilloso de cómo un expositor (en este caso Platón) no solamente tiene en cuenta a quienes no están de acuerdo con sus tesis, sino que pone en su boca los mejores argumentos posibles desde su punto de vista (el del otro). En lugar de hacer lo que podríamos "parlamentarismo tramposo": ponerle zancadillas al otro porque dio un mal ejemplo, hacerle designaciones que desacrediten su discurso por sus orígenes en el momento en que estaba haciendo un buen argumento, etc. Es decir, tratar de descontinuar al otro, no refutando su tesis con argumentos pertinentes, sino aprovechando sus errores o trayendo cualquier motivo para desacreditarlo.

Entonces, el discurso dialogístico es lo que Kant expresó de manera inolvidable con la fórmula "ponerse en el lugar del otro", como uno de los criterios de racionalidad, y de lo cual él mismo dio ejemplo. Cuando Kant discute contra Hume, él no se ciñe a lo que Hume dice en sus textos, sino que trata de mejorarlos, trata de ver qué mejor se podría decir desde allí, qué mejor se podría ver, para luego oponerle sus tesis. Lo mismo hace Platón con los sofistas, especialmente con Calicles, el más fuerte de todos, aunque probablemente no haya existido sino que se lo haya inventado Platón. La argumentación de Calicles a favor de las tesis de los sofistas es, incluso, mejor que la de todos los que realmente existieron. Este es el máximo, es casi un ideal, pero es que es bueno ver las cosas en términos de ideales. Los derechos humanos, por ejemplo, también son un ideal.

En el sentido kantiano, un ideal no es una quimera —son los mismos términos de Kant—, como puede ser, por ejemplo, una utopía rara (un pueblo de genios como en la utopía romántica). Un ideal es más bien algo a lo que no se puede llegar en términos absolutos, pero a lo que se puede tender a acercarse, por ejemplo, la igualdad entre los hombres. No es una quimera porque nos sirve para establecer una tipología, aunque de todas maneras en ningún país todos los hombres son iguales, pero no es lo mismo Suráfrica que Suecia, desde el punto de vista de la igualdad, o por ejemplo respecto a los derechos humanos. En ninguna parte, con todo lo que los derechos humanos contienen, éstos se realizarán en sentido absoluto. El mismo Kant decía que las relaciones humanas no podrán ser nunca recíprocas, porque hay tipos de relaciones que no lo pueden ser de suyo, por ejemplo entre los niños y los adultos que  no son recíprocas incluso de hecho: los niños dependen de los adultos  mientras los adultos no dependen de los niños, hay diferencias de saber entre unos y otros, incluso de saber lo que le conviene  al otro, etc. Pero de todas maneras, tratar a los niños tratar a los niños en una forma afectuosa y con explicaciones, y tratarlos a patadas, no es lo mismo.

En tal sentido, los derechos humanos son un ideal, son una tendencia, y esto nos permite hacer una tipología de las sociedades y también de las relaciones personales.

Decíamos que existe en el análisis moderno del lenguaje, el estudio del dialogismo implícito. Se trata de saber en qué medida el expositor es capaz de introducir en el discurso, aquello que podría creerse por parte de los destinatarios, e intentar responder a eso. Y hay todo un conjunto de fórmulas en las que se da juego implícitamente al diálogo, y que son mucho más frecuentes hoy en día en la prosa anglosajona que en la prosa francesa. Por ejemplo: "a su juicio", "lo que a mí me parece", "hasta donde hemos alcanzado a estudiar el problema, hemos llegado a esta conclusión", etc.

También esto de un discurso radicalmente no autoritario es un ideal, pero es un ideal al que puede tenderse. Desde luego, no es lo mismo una exposición de Hitler en el Reichstag que un discurso de Churchill ante los Comunes, ni mucho menos, el cual incluye también elementos de autoridad: el respeto que se tiene por la figura, por la capacidad oratoria y de exposición, etc.

Veíamos que una forma frecuente del discurso autoritario es la identificación imaginaria ("Yo no soy un hombre, yo soy un pueblo"), en la que se opone a la diferenciación, las opiniones, es decir, aquellos que no están de acuerdo con

Una característica muy típica del populismo, por ejemplo, es que el expositor, el caudillo, no se considera a sí mismo como un político, sino como alguien que está en contra de los políticos, o en contra de las oligarquías. Gaitán, por ejemplo explicaba que las oligarquías no eran los ricos, y que los verdaderos oligarcas eran "los politiqueros", que se habían tomado el país. En el mismo sentido hablaba Laureano Gómez de "los politicastros". Aunque, desde luego, también el caudillo o el dictador sean políticos, pero se los saca del juego y se descalifica cualquier réplica como cosa de "politiqueros" que sólo hablan a nombre de sus partidos, etc.

Este procedimiento, consistente en devaluar de antemano toda posibilidad de réplica del destinatario, es típico del discurso autoritario.

Sobre el discurso dialogístico, los textos más clásicos son de Mijaíl Bajtín. Hay estudios muy detallados en los que se compara el estilo dialogístico (para él el ejemplo máximo es Dostoievski) con lo que él llama el estilo monológico. Aquí el emisor se identifica con una parte del destinatario —la parte buena— y la separa de la parte mala. En el discurso de Stalin para el entierro de Lenin, por ejemplo, Stalin divide las cosas de una manera muy simple: "Los comunistas somos hombres de una madera especial —es casi mítica la cosa—, con una visión especial, con una distinción especial. Los otros son los que pueden no estar de acuerdo con nosotros, pero tanto mejor". También Mao decía: "Si el enemigo está en desacuerdo, tanto mejor; eso demuestra la verdad de nuestra posición". ¿Y cómo se sabe quién es el enemigo? ¡Es el que está en desacuerdo con nosotros! Entonces, la cosa se vuelve redundante, el discurso se cierra sobre sí mismo, se cierra a todo diálogo posible, sólo hay un monólogo autocorroborado.

El más claro en este terreno es Hitler. El no ocultaba las cartas, era más burdo y también más bruto. Hitler se anticipa a toda discusión porque se oponía por principio a la inteligencia: "Nosotros —-dijo en un discurso— somos enemigos de la inteligencia que divide un pelo en cuatro y partidarios del gran entusiasmo que mueve las masas".

Para ver otro aspecto del problema que estamos tratando, les quiero recomendar la lectura del ensayo de Montaigne “Del arte de conversar". Allí se hace una crítica generalizada de los problemas  que se presentan en la comunicación, aunque Montaigne no usa estos términos ni  fórmulas como las que aquí hemos visto, pero tiene una inmensa visión del problema. Les remito a este texto, de lectura muy placentera por lo demás, para ver todo lo que falla en nosotros cuando conversamos en privado, entre amigos, en el café, etc., y cómo allí mismo comienza una cultura del irrespeto. 

Este fragmento a manera de introducción, es una invitación a pensar, especialmente formulada a los educadores, en el material que se está elaborando, en la forma en que lograremos que la formación de los estudiantes sea respetuosa ya en la manera misma de formularla, en la forma del trato, en la manera de responder a una objeción equivocada o no, y, en fin, en lo que consiste una comunicación humana respetuosa. Este material, que no tendrá un gran aparato teórico, pero sí indicaciones muy precisas sobre cómo se empieza a irrespetar a la gente desde un cierto tipo de enseñanza, será un aporte al desarrollo, que va a ser muy largo, de lo que nosotros hemos llamado una cultura de los derechos humanos. 
 diálogo en conflicto



[1] Conferencia pronunciada por Estanislao Zuleta durante el Seminario de Evaluación de la Comisión Presidencial para la Defensa, Protección y Promoción de los Derechos Humanos y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD -. Paipa, junio 20 de 1.988  



"EFICIENCIA ADMINISTRATIVA VS.: CONFIANZA CIUDADANA":


PERSISTENCIA DE LA DESCONFIANZA CIUDADANA COMO PROBLEMA CENTRAL EN LA LUCHA CONTRA LA CORRUPCION SOCIAL EN EL DISTRITO CAPITAL


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