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miércoles, 8 de agosto de 2018

PLANEACION DEL DESARROLLO SOCIAL CON ENFOQUE DE DERECHOS HUMANOS

PLANEACION MOVILIDAD DE BOGOTA
ELEMENTOS DE ESTRUCTURACION CONCEPTUAL DE LA PLANEACION DEL DESARROLLO SOCIAL CON ENFOQUE DE DERECHOS HUMANOS





I. FUNDAMENTOS CONSTITUCIONALES COLOMBIANOS DE LA PLANEACION DEL DESARROLLO SOCIAL

La planeación del desarrollo social en Colombia es una actividad relativamente reciente y joven. Aunque antes del proceso constituyente de 1990 hubo manifestaciones y exigencias sociales en torno a la temática de la planeación del desarrollo, sólo en el proceso de promulgación de la Constitución Política de 1991 se estableció la planeación como una herramienta del desarrollo social.

En efecto la Constitución Política (art.340) estableció que “habrá un Consejo Nacional de Planeación, integrado por representantes de las entidades territoriales y de los sectores económicos, sociales, ecológicos, comunitarios y culturales”; estableció también que “el Consejo tendrá carácter consultivo y servirá de foro de discusión del Plan Nacional de Desarrollo”. El plan nacional de desarrollo es el resultante de una labor del Consejo Nacional de Planeación y el Departamento Nacional de Planeación, DNP. En las regiones este proceso es soportado por la labor reguladora y conceptual de los Consejo Territoriales de Planeación, los que emiten sus correspondientes conceptos de viabilidad de los planes de desarrollo.

II. LA PLANEACION DEL DESARROLLO SOCIAL EN EL DISTRITO CAPITAL

Con relación a la capital del país, la Constitución Política estableció (art.322) que Bogotá a partir de 1991 accedía a la calidad de Distrito Capital de la República y se regiría con un régimen especial, el Estatuto Orgánico de Bogotá, el Decreto 1421 de 1993. Este régimen especial estableció también unos procedimientos para la planeación del desarrollo social y Distrital, con una labor específica que ha venido desarrollando el Consejo Territorial de Planeación Distrital.

Planeación del Desarrollo Social en el Estatuto Orgánico

El Estatuto Orgánico establece que corresponde al Alcalde Mayor y de acuerdo al Programa de Gobierno presentado en la campaña electoral, formular proyecto de Plan Distrital al Concejo para ser debatido y aprobado por esta entidad. El proceso de estructuración del proyecto de plan de desarrollo (Artículo 12, Dec.1421/93) está previsto se realice desde las Localidades Distritales, para lo cual existe las experiencias de los Encuentros Ciudadanos que en coordinación con los Consejo Locales de Planeación, realizan la discusión y el debate con las comunidades sociales sobre las necesidades y propuestas de dichas comunidades. Posterior a este proceso de discusión y debate con las comunidades sociales, se presenta el proyecto al Concejo Distrital (Artículo 135, Dec.1421/93), entidad que tiene las facultades para realizarle modificaciones y precisiones al proyecto antes de aprobarse el plan de desarrollo.

El Estatuto Orgánico de Bogotá tiene previsto así mismo que en casos que el Concejo Distrital no apruebe el Plan de Desarrollo Distrital en los tiempos establecidos para el ello, el Alcalde Mayor podrá aprobarlo mediante decreto.

El problema contemporáneo y acuciante que en el Distrito Capital ha estado abordándose, entre otros importantes, es el de la intervención democrática ciudadana en la solución de los problemas que los afectan. Una fórmula que empezó a ensayarse desde las últimas décadas y que está evaluándose permanentemente para comprender el impacto real, la eficacia o no, de esta fórmula; la que en el ámbito de la planeación del desarrollo social en particular, ha empezado a aplicarse y en donde la iniciativa de los Encuentros Ciudadanos como modo de intervención de los habitantes de la ciudad en la configuración del Plan de Desarrollo Distrital, ha funcionado como laboratorio social de discusiones y de debates sobre la planeación del desarrollo social de la ciudad, en la construcción ciudadana de una imagen y un concepto de ciudad Distrito Capital de la República.

Hacer del Distrito Capital “una ciudad más democrática y más humana” constituyó un propósito formulado desde la alianza de los gobiernos progresistas de la ciudad, que con el Polo Democrático Alternativo como núcleo político central se situó como un referente de realizaciones diferenciales para los habitantes de la ciudad. Ha sido desde este núcleo político fundamental que la idea de los Encuentros Ciudadanos tuvo sus desarrollos en los espacios cívicos de participación y que posteriormente durante el gobierno Distrital de la Bogotá Humana, adquirió en los Presupuestos Participativos y los Cabildos Distritales, formas de intervención ciudadana en la planeación del desarrollo social de la ciudad.

Para las ciudadanías que han venido constituyéndose en todo estos procesos de configuración de la planeación del desarrollo social de la ciudad, a través de estas formas de instancias institucionales y extra-institucionales, lo central ha sido que detrás de esas formas (encuentros ciudadanos, espacios cívicos de participación, presupuestos participativos, cabildos distritales, etc.), lo que ha dado soporte y razón de ser, es el concepto y la práctica social de los Derechos Humanos de los habitantes de la ciudad, de esta categoría que viene constituyéndose como ciudadanías libres y activas.

III. PLANEACION DEL DESARROLLO SOCIAL BASADO EN EL ENFOQUE DE DERECHOS HUMANOS

Arriba quedó afirmado que en materia de planeación del desarrollo social en las regiones y ciudades del país, obra como entidad reguladora y conceptual para el despliegue de los Planes de Desarrollo la actividad de los Consejos Territoriales de Planeación. Y en consonancia con esta labor y en relación con los procesos de planeación, se destaca el concepto sobre la Elaboración de Planes de Desarrollo basado en el Enfoque de Derechos Humanos (Bogotá, 2011), formulación que podría afirmarse marca todo un acontecimiento conceptual y técnico para la elaboración de la planeación del desarrollo fundada en la concepción, los principios y valores de los derechos humanos.

En consecuencia, desenvolverse en la planeación del desarrollo social desde la perspectiva de la construcción de “una ciudad más democrática y más humana”, implicó “elaboración de planes de desarrollo basados en el enfoque de los derechos humanos” y por ello mismo, concebir una “Bogotá Humana” ha debido ser un cierto proceso de resultado lógico desde esas perspectivas. Lo que nos lleva a preguntarnos ahora es:

a. ¿cuál fue el impacto real para la planeación del desarrollo social, aquel concepto del Consejo Territorial de Planeación? (Bogotá, 2011);

b. ¿qué límites y posibilidades tuvo el concepto y son detectables hoy a la vista de un  plan de desarrollo como el de “Bogotá Mejor para Todos” (Bogotá, 2016), que se propone abordar e intervenir la ciudad desde un enfoque totalmente distinto, desde un enfoque de la concepción neoliberal de sociedad, basada en la planeación de un desarrollo infraestructural con primacía del desarrollo del asfalto sobre el desarrollo humano, concepción además privatizadora del patrimonio público colectivo de sus habitantes?

A dos años de aplicación de esta concepción política y social del desarrollo humano, ya existen indicios de hacia dónde se dirige la direccionalidad de la planeación y los programas de la Alcaldía Mayor. La política para resolver los problemas colectivos del transporte público masivo por ejemplo, en particular el relacionado con el servicio de Transmilenio el Alcalde en 2 años de gobierno de la ciudad ha realizado 3 incrementos de las tarifas del transporte en afectación de los usuarios de ese transporte en la ciudad, sin que mejore la calidad del servicio de transporte y más bien avance el deterioro de ese servicio; sin que el Alcalde se decida con entusiasmo a la construcción del Metro y menos aún la construcción indicada por los estudios del Alcalde anterior sobre la construcción del Metro Subterráneo. Los usuarios y la ciudadanía del Distrito Capital han estado por concluir que desde la perspectiva neoliberal privatizadora del patrimonio público de la ciudad al Alcalde de la “Bogotá Mejor para Todos” ha estado más interesado por la ampliación del Transmilenio  – una fórmula ya agotada pero que apetece a los empresarios neoliberales de este servicio –, que por la construcción de una política pública de transporte masiva y colectiva como la del Metro para la ciudad.

En consecuencia y en este orden de ideas sobre la planeación del desarrollo social en el Distrito Capital respecto del presente Alcalde, si se examina el Plan de Desarrollo en lo relacionado con la política social, se podrá observar más claramente aquella primacía neoliberal al cerrar las instalaciones para los servicios de la primera infancia, el cierre de guarderías, las restricciones en la políticas culturales y artísticas para la juventud, en particular las restricciones en presupuesto y programas del Instituto Distrital de Artes IdArtes, así como las políticas relacionadas con el medio ambiente, en particular el cierre y la re-direccionalidad con visión neoliberal de los programas de recolección de residuos sólidos en la ciudad y en este marco, el cierre de la política de dignificación laboral de los recolectores.

Los anteriores elementos permiten pensar lo que hace muchos años ya se ha afirmado, en cuanto que la visión y las políticas neoliberales sobre la sociedad y la ciudad carecen de políticas sociales; y en cuanto a la administración de los bienes públicos su orientación es desacreditarlos, disminuir la relación e intervención del Estado en ellos, mostrar ineficiencia y baja calidad del servicio para luego venderlos baratos a las entidades nacionales o internacionales. Tal es lo que ha estado haciendo el Alcalde Mayor Enrique Peñalosa con las empresas de telefonía, energía y acueducto de la ciudad.

A MODO DE CONCLUSIONES

Examinados en su conjunto los procesos de planeación del desarrollo social de la ciudad, contando con elementos de experiencia social de enfoques contrapuestos, podrían atreverse algunas conclusiones de contraste, pero especialmente podría concluirse el impacto que un enfoque de derechos humanos tiene en los procesos de elaboración de planes de desarrollo; y más concretamente, el impacto y viabilidad que este enfoque tiene para iniciativas y proyectos de desarrollo del Distrito Capital, en particular para el Proyecto 016 – 17 que adelanta actualmente la Corporación Asociación Mutual “Nelson Mandela”:

1. Bogotá ha realizado una experiencia social positivamente recepcionada y  plausiblemente evaluada en planeación del desarrollo con enfoque basado en Derechos Humanos, que se conectó de modo pertinente con “la política de construir una ciudad más democrática y más humana”.

2. Así mismo los gobiernos de la ciudad de la “alianza progresista”, que destacó en su oportunidad el Informe del Indice de Desarrollo Humano de Bogotá (2008), concibió y propuso para la política pública de la ciudad elementos que posteriormente fueron acogidos para la elaboración del Plan de Desarrollo “Bogotá Humana”.


3. Dados ciertos retrocesos en materia de desarrollo humano en el Plan de Desarrollo “Bogotá Mejor para Todos”; y teniendo en cuenta que el enfoque planetario en la actualidad es hacia el logro de los objetivos del desarrollo sostenible y éstos en Colombia válidamente éstos pueden partir de la Planeación del Desarrollo Basado en el Enfoque de los Derechos Humanos, razón por la que los Proyectos de la Corporación Nelson Mandela, acoge este enfoque para el desarrollo de sus proyectos y la formación de ciudadanías activas en el Distrito Capital de la República.

                                                                HERMAN W. MARTÍNEZ CH.
                                                            Asesor de Proyectos de Desarrollo Social


Referencias Bibliográficas:

o   Constitución Político de Colombia de 1991 (Artículos, 322 y s.s.; 340 y s.s.).
o   Ley  Orgánica del Plan de Desarrollo, Ley 152 de 1.994
Estatuto Orgánico de Bogotá, Dec.1421 de 1.993
o   Sentencia C – 191/96, sobre regulación constitucional de la ley sobre Planes de Desarrollo
o   Elaboración de Planes de Desarrollo Basados en Enfoques de Derechos Humanos: Consejo Territorial de Planeación Distrital. Bogotá, 2011
o   Informe del Indice de Desarrollo Humano sobre la ciudad: “Bogotá, una Apuesta por Colombia”, 2008

PLANEACION MOVILIDAD DE BOGOTA

jueves, 17 de septiembre de 2015

LA AVENTURA DE LA CIUDADANIA

La Escuela de Atenas - del pintor Rafael

1. El enigma de Sócrates. La condena de Sócrates
(Capítulo I) 




Entre todos los proyectos que ha emprendido el ser humano, la aventura de la ciudadanía ha sido la más arriesgada y la más sorprendente. Quizá esto pueda sonar a exageración, teniendo en cuenta las cosas tan raras que el hombre se ha empeñado en hacer a lo largo de la historia, de viajar a la Luna a obsesionarse en ganar guerras mundiales. Es verdad que, a primera vista, no hay nada que parezca excepcional en el hecho de que seamos ciudadanos. Se trata, simplemente, de que en tanto que ciudadanos de, por ejemplo, el Estado español, tenemos determinados derechos y deberes, y podemos votar cada cierto tiempo a quien nos va a gobernar. Nada de esto es sorprendente, es más bien lo más normal del mundo, es nuestra vida más cotidiana.

Sin embargo, toda nuestra existencia ciudadana está levantada sobre un misterio.

Podemos hacernos una idea del enigma si nos fijamos en cómo comenzó, para el ser humano, la historia de esta aventura de la ciudadanía. La historia de la filosofía había comenzado ya con un tropiezo, con la caída de Tales de Mileto. La aventura de la ciudadanía comenzó, también, con un tropiezo, pero esta vez de la humanidad entera: por algún motivo, una democracia, la democracia ateniense, consideró necesario condenar a muerte a un ciudadano de setenta años, llamado Sócrates, cuyo único delito había sido ir todo el rato por ahí preguntando a la gente qué era un zapato. Es cierto que Sócrates también preguntaba, por ejemplo, qué es la virtud, pero eso es lo de menos. Lo importante es que lo único que hacía era preguntar.

Sócrates y nosotros

Sócrates, en efecto, no enseñaba nada en especial, porque, tal y como él solía decir, lo único que sabía era que no sabía nada. O sea, que nada podía enseñar. Pero, eso sí, no paraba de preguntar qué es un zapato, qué es la virtud, y cosas así.
Pues bien, es con este enigma con el que comenzó para la humanidad la aventura de la ciudadanía. Con este enigma y con esta ignominia: la condena a muerte de un anciano que no había hecho más que preguntar. Si Atenas hubiera sido una dictadura, si la muerte de Sócrates se hubiera debido al capricho de un tirano, la cosa no tendría nada de sorprendente. Lo extraño es que Atenas era una democracia y, además, es el modelo de referencia de lo que solemos entender por democracia. ¿Condenaríamos nosotros a muerte a un viejo que anduviera por ahí preguntando qué es un zapato? La pena de muerte, se dirá, ni siquiera está reconocida en nuestra Constitución. Ahora bien, tenemos motivos para pensar –como vamos a intentar hacer ver en este libro– que si ese viejo preguntara de la misma manera y con la misma insistencia que Sócrates, nuestra saludable democracia encontraría alguna manera de condenarle a muerte, aunque para ello tuviera que hacer una reforma constitucional o incluso que sacrificar la Constitución. El siglo XX nos ha dejado algunos ejemplos que vendrían al caso (y que más adelante tendremos ocasión de comentar con detenimiento).

2.  Un espacio vacío. Ciro, el rey de los persas

¿Qué tenía de especial la forma de preguntar de Sócrates? ¿Por qué resultó insoportable para la democracia ateniense?
El rey Ciro, rey de los persas (que eran los más grandes enemigos de los griegos), se refirió una vez a los atenienses diciendo con desprecio: «Ningún miedo tengo de esos hombres que tienen por costumbre dejar en el centro de sus ciudades un espacio vacío al que acuden todos los días para intentar engañarse unos a otros bajo juramento».

La asamblea y el mercado

Estas palabras son, en realidad, una preciosa definición de la democracia. Poco sospechaba el rey Ciro de la inmensa potencia que se escondía en ese espacio vacío, gracias al cual los griegos no sólo ganarían dos guerras contra los persas, sino que se convertirían en un modelo político para toda la historia de la humanidad. Ese espacio era la plaza pública, en la que se asentaban dos realidades de potencia incalculable: la asamblea, lo que nosotros llamaríamos el Parlamento, y el mercado, del que no hablaremos todavía, aunque tendrá gran importancia en próximos capítulos. En los dos sitios, la asamblea y el mercado, los hombres intentaban engañarse bajo juramento y, en verdad, no han dejado de hacerlo hasta nuestros días. Pero en la asamblea, al intentar engañarse, tienen que argumentar y contraargumentar, tienen que dialogar, y de este diálogo van surgiendo consensos y de los consensos, leyes. Los griegos eran «ciudadanos» en la medida en que pisaban ese espacio vacío en el centro de sus ciudades. Era el espacio al que, en adelante, llamaremos el espacio de la ciudadanía.

El espacio vacío de la ciudadanía


Es muy importante que ese espacio esté, como subrayaba con asombro el rey Ciro, vacío. Que esté vacío supone, por ejemplo, que no está ocupado por un Templo o por un Trono. He aquí lo que tiene de atrevido el proyecto de la democracia que hemos heredado de Grecia: poner en el centro de la ciudad un espacio vacío es como pretender que toda la vida ciudadana, todo aquello sobre lo que bascula el tejido social, gire en torno a un lugar en el que no hay dioses ni reyes: ni tiranos terrestres ni déspotas celestes. Se trata de preservar así, en el centro mismo desde el que emana la más alta autoridad de la vida social, un lugar sin amos ni siervos. Eso no quiere decir que en otras partes del tejido social, incrustados en otros barrios más o menos periféricos de la ciudad, no pueda haber lugar para la vida religiosa o para determinados tipos de servidumbre. La gente puede decidir ir a rezar a los templos, puede aceptar una vida familiar en la que, por ejemplo, los hijos deban obedecer  a sus padres, puede aceptar un contrato basura en una empresa o incluso aceptar ser cabo de la guardia civil y obedecer las órdenes de un capitán. Pero sólo si así,lo decide, pues el lugar de la última y más legítima autoridad seguirá estando en otra parte. Y lo importante y lo sorprendente, lo que de inquietante tiene la democracia, es que el centro mismo de la ciudad, el lugar en el que reside la autoridad última de la vida social, es un lugar vacío,un lugar vacío que pueda ser visitado por cualquiera,un lugar al que se acude para dialogar, para argumentar y contraargumentar, incluso, ¿por qué no?, para intentar, como decía el rey Ciro, engañar a los demás bajo juramento.

Lo Público y lo Privado

Así pues, los hombres pueden ser padres o hijos, amos o siervos, empleados o patrones, varones o mujeres, subordinados o jefes, fieles de un dios o miembros de una casta sacerdotal que pretende hablar en su nombre. Pero, en la medida en que penetren en ese espacio vacío del que hablamos, se convierten en ciudadanos. Y en ese sentido y en ese lugar, son todos iguales. Se dirá que esto es un cuento chino. Ya veremos luego si lo es o no. Pero primero hay que entender lo que se quiere decir con ello. En ese «espacio vacío» todos son iguales... para hacer lo que se hace en ese espacio vacío, es decir, para hablar, para dialogar, para argumentar. Claro que esa gente seguirá siendo distinta y desigual a la hora de rezar, de trabajar, de obedecer, de comer, de tener hijos, etc. Pero porque esas cosas no se hacen en ese centro de la ciudad del que estamos hablando, sino en lo que podríamos considerar los «barrios de la vida privada». Eso sí, si la ciudad de la que estamos hablando es una ciudad verdaderamente democrática, será porque ha adquirido el compromiso de hacer gravitar toda la vida ciudadana según lo que se decida en ese lugar vacío en el que todos son ciudadanos y, por consiguiente, iguales. Por tanto, eso quiere decir que el rezar, el trabajar, el obedecer, el comer, el tener hijos y todas esas cosas se harán según las normas y leyes que se vayan decidiendo desde el espacio «vacío» de la ciudadanía. Eso quiere decir también que, en algún sentido, en algún sentido muy importante, los hombres y las mujeres, los padres y los hijos, los obreros y los patrones, los fieles y los sacerdotes, son prioritariamente, por encima de todas esas cosas, ciudadanos. Alguien puede ser un obrero, pero antes de ser un obrero, es ya un ciudadano. Y lo sigue siendo siempre de manera fundamental. Por supuesto eso no quita para que uno deba comer de su trabajo y no de su condición de ciudadano. Pero las leyes que decidan cómo se ha de trabajar para comer vendrán decididas, si se trata de una democracia, desde el espacio de la ciudadanía y no desde, por ejemplo, una reunión de empresarios. (Repárese bien en que aquí estamos hablando en condicional: así tendría que ser «si se tratara de una verdadera democracia»; tiempo habrá luego de comprobar qué queda de ello en la cruda realidad.)

3.  El lugar de cualquier otro

Sócrates y Pericles

Los atenienses estaban tan orgullosos de su democracia como lo estamos nosotros. Es muy famoso el discurso de Pericles, en el que este gran estadista explica cómo el poder que Atenas ha demostrado esconde su secreto en ese espacio vacío que tan insensatamente despreciaba el rey Ciro. Los griegos –entre ellos, sin duda, los que juzgaron y condenaron a Sócrates– tenían mucho aprecio por este discurso. Se trata de un precioso canto de alabanza a la democracia que todavía suele citarse con admiración. Ahora bien, a Sócrates ese discurso le inspiraba un verdadero desprecio. Le parecía, no cabe duda, absolutamente insuficiente. Tan insuficiente como esa vida ciudadana de la que los griegos estaban, en su opinión, tan injustificadamente orgullosos. ¿Estaba, entonces, Sócrates de acuerdo con el rey Ciro en despreciar ese espacio vacío, esa plaza pública, esa especie de agujero que se abría en el centro de las ciudades y los estados griegos? Evidentemente no. Sócrates despreciaba la ciudadanía ateniense porque le parecía insuficientemente ciudadana; Ciro lo hacía por lo que tenía, precisamente, de ciudadanía. Ciro no entendía que en el centro de la ciudad no colocaran un altar o un trono, un templo o un palacio. Sócrates, por el contrario, lo que observaba es que, aunque no lo pareciera, ese lugar vacío estaba, todavía, siempre demasiado lleno. Sócrates lo veía, en realidad, atiborrado de diosecillos, de idolillos y reyezuelos, de pequeños déspotas celestes y terrestres, de todo un tejido de servidumbres insensibles que acababan por constituir la más imponente de las tiranías.

Para que ese lugar hubiera estado a gusto de Sócrates, suficientemente vacío, tendría que haber sido realmente, algo a lo que vamos a llamar “El lugar de cualquier otro”. Podemos llamarlo “Razón” o también podemos llamarlo “Libertad”. Lo importante no es ponerle nombre, sino entender en qué consiste que el lugar de los ciudadanos esté vacío. Sólo si está vacío puede ser ocupado por cualquiera. Y sólo en ese sentido puede ser el lugar de todos, a fuerza, precisamente de no ser el lugar de nadie, a fuerza que nadie pueda ocupar ese lugar y decir por ejemplo que es un dios, o un representante de dios, o un rey o un príncipe con más derecho a estar ahí que los demás. Un lugar de todos y de nadie, un lugar vacío que cualquiera puede llenar, sin que por eso deje de estar vacío. Se trata de una aparente paradoja que no es sólo aparente: es en realidad, como vamos a ver, mucho más enigmática y profunda de lo que parece a simple vista. Tanto que todo la historia de la filosofía, al menos en una de sus columnas vertebrales, la que llamamos Ilustración, ha consistido en profundizar en este enigma político.

Ni Tronos ni Templos

Así pues, los ciudadanos tienen que ser capaces de habitar el espacio de la ciudadanía sin llenarlo, sin suplantarlo, sin convertirlo en otra cosa, en, por ejemplo, un palacio o un templo. Se dirá que es imposible estar en un lugar y que ese lugar, al mismo tiempo, permanezca vacío. Se dirá que lo máximo que pueden pedir los ciudadanos en el lugar de la ciudadanía es que cada uno pueda ir ahí con su templo y su trono preferido, de tal modo que en el lugar de la ciudadanía lo que encontremos sea una multitud de religiones y de despotismos tolerándose entre sí. Ahora bien, eso es un absurdo. De ese modo sólo se lograría que uno de los templos o uno de los tronos, el que más fuerza acabara por tener, terminara por dominar a los otros. Y entonces, lo que tendríamos en el centro de la ciudad sería eso, un trono o un templo, y no un espacio vacío. Es decir, que lo que tendríamos sería, precisamente, la ausencia de ciudadanía y no una «ciudadanía más realista». Incluso si eso es lo que siempre acaba por suceder, porque así son las cosas, que el pez grande se come al chico y, así, un trono o un templo acaba siempre por apropiarse del lugar de la ciudadanía, predominando siempre sobre los demás tronos y sobre los demás templos, sería absurdo que nos empeñáramos en decir que eso es la ciudadanía en realidad, en lugar de diagnosticar, más bien, que en esa realidad la ciudadanía brilla por su ausencia. Por el contrario, si de lo que se trata es de que los distintos tronos y los distintos templos tengan que tolerarse entre sí, de que tengan la obligación de aguantarse y respetarse unos a otros, entonces es preciso que haya algún tipo de instancia, algún tipo de autoridad desde la que se dicte esa obligación, esa norma, esa ley. Tiene, pues, que haber un lugar vacío desde el cual se diga, se obligue, se legisle lo que los tronos y los templos deben cumplir.

Razón y Libertad

Volvemos, por tanto, a plantearnos perplejos la pregunta: ¿Cómo podrían los ciudadanos ocupar el lugar de la ciudadanía sin llenarlo? ¿Qué tiene de especial ese lugar que Sócrates se empeñó en defender, ese lugar que puede llenarse de ciudadanos sin dejar de estar vacío? ¿Cuál puede ser ese lugar sobre el que habría, por tanto, que levantar la asamblea, el parlamento, el edificio de la ley, la ciudad? ¿Lo llamaremos «Razón», «Libertad», «lugar de cualquier otro»?

El Abismo de la democracia

Antes nos preguntábamos por el misterio de que una democracia se sintiera incapaz de aguantar a un viejo como Sócrates, que lo único que había hecho era preguntar qué es un zapato. Quizás ahora puede empezar a vislumbrarse el secreto de lo que pasó. El problema estaba en que Sócrates se empeñaba en preguntar desde ese lugar del que estamos hablando ahora. Un lugar tan vacío que, comparado con él, el lugar vacío del que tanto se asombraba Ciro, estaba lleno a rebosar. Y lo que ocurrió fue que, en efecto, la presencia de Sócrates por las calles de la ciudad era como si fuese abriendo un agujero, un pozo, en el que la ciudad entera amenazaba con precipitarse, como si se tratase de un abismo. Ahora bien, ese abismo era ni más ni menos que la democracia misma: la fuerza de la democracia, que exigía a la vida entera de la ciudad caminar hacia otro sitio de donde estaba caminando. Era, quizá, el mismo pozo en el que tiempo atrás se había caído Tales, y era como si Sócrates se empeñara ahora en que fuera la ciudad entera la que cayera con él. Como si recordara a los ciudadanos que, si verdaderamente lo eran, las cosas no podían seguir igual. Era la voz que recordaba la potencia que se encerraba en ese espacio vacío que Grecia había inventado para la historia de la humanidad. Sus conciudadanos encontraron el medio de acallarle a él, condenándole a muerte, y de acallar también las propias exigencias de la ciudadanía y de la democracia, suplantando a éstas por una apariencia de ciudadanía y una apariencia de democracia.

Apariencia y realidad de la democracia. Preguntas y paradojas

Es obvio que en este dilema nos encontramos aún, veinticinco siglos después. ¿A qué estamos llamando democracia nosotros, todos los días, en nuestros telediarios, en nuestros periódicos, en nuestras cabezas?


¿Cómo haremos para distinguir la democracia de la apariencia de democracia? Empecemos por intentar comprender en qué consiste ese nuevo vacío que Sócrates abrió en aquel vacío ateniense que tanto asombrara a Ciro. Intentemos comprender eso que hemos dicho: que se trata de un lugar que los ciudadanos pueden ocupar sin llenarlo, o, al menos, sin llenarlo de otra cosa que de su propia ciudadanía. Pero como aún no sabemos lo que es la ciudadanía, con esto no hemos dicho nada de nada. A ese lugar lo hemos llamado (así se lo ha llamado a lo largo de la historia de la filosofía) «Razón» y «Libertad». A ver qué significa eso. Puede que parezca que estamos acumulando paradojas y que todo esto no es más que uno de esos trucos verbales a los que tan propensos parecen los filósofos. Sin embargo, el «lugar vacío» del que estamos hablando no es un invento de los filósofos. Por el contrario, es un lugar que hemos visitado y experimentado probablemente muchas más veces de lo que creemos. Quizá no nos hayamos percatado siempre –o quizá nunca– de lo que ciertas experiencias tenían de paradójicas y asombrosas, pero ahora es el momento de reflexionar sobre ello. FRAGMENTO DEL LIBRO "EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA" - de Fernandez y Alegre - ELEGIDO POR H.M.
La condena a pena de muerte sobre Sócrates

EDUCACION PARA LA CIUDADANIA


Tales de Mileto, 640-546 a.C
INTRODUCCION A EDUCACION PARA LA CIUDADANIA

Se dice que una aguda y graciosa esclava tracia se rió de Tales porque, mientras observaba las estrellas y miraba hacia arriba, se cayó en un pozo.
Platón, Teeteto174a

Se suele considerar que con esta anécdota comienza la historia de la filosofía.

Tales de Mileto era uno de los sabios más importantes de Grecia, era una de las siete personas más admiradas por su sabiduría. Algunas otras anécdotas que han llegado hasta nosotros nos lo presentan como un gran benefactor de su ciudad, porque, en efecto, su sabiduría había ayudado mucho en los asuntos políticos y sociales.

Así, por ejemplo, Tales había ayudado al ejército a vadear un río sin moverse del sitio. Hizo que se construyera una presa río arriba, desvió el cauce del agua y lo situó a espaldas de los soldados, que gracias a ello pudieron vencer en la batalla.

En otra ocasión, Tales había previsto un eclipse. Esto demostraba un gran conocimiento de los cielos, algo que resulta de lo más útil para orientarse en el mar. Otras anécdotas nos hablan de lo útiles que resultaban sus conocimientos para sus conciudadanos, quienes por eso le admiraban y respetaban.

Pero un día Tales se cayó en un pozo porque iba muy distraído concentrado en sus pensamientos. Y entonces  se corrió la voz de que Tales ya no sabía ni dónde ponía los pies. De hecho, algunos de sus conciudadanos ya hacía tiempo que desconfiaban de él. Le acusaban de que cada vez estaba más interesado en saber cosas a las que no se veía ninguna utilidad. Tales de Mileto contestaba que la cuestión no era si eran útiles o no, sino si eran o no verdad. Si era o no verdad, por ejemplo, que el agua era el principio de todo, de lo que todo había comenzado y de lo que todo estaba, en el fondo, compuesto. Estas cosas no parecían tener ningún interés para la ciudad y no se entendía por qué Tales perdía tanto tiempo en intentar dilucidarlas. Según él, lo importante no era saber cosas útiles para la vida ciudadana, sino, sencillamente, saber, saber por saber, por amor al saber. Por eso, comenzaron a llamarle «filósofo», que en griego quiere decir «amante del saber».

Le llamaban así sin duda que con cierta sorna y, algunos, con cierto desprecio y en tono de reproche, porque lo único que veían es que la «filosofía» apartaba a Tales de los asuntos útiles para la ciudad, que cada vez podía beneficiarse menos de su sabiduría. Algunos le consideraban ya un viejo chiflado incapaz no solamente de encaminar los pasos de la ciudad, sino incluso de encaminar sus propios pasos sin caerse en algún pozo.

Tales decidió entonces dar un escarmiento a sus conciudadanos de Mileto. Dedujo con acierto que la cosecha de aceitunas de ese año sería mucho más abundante de lo habitual y, sin decírselo a nadie, fue comprando todas las prensas para fabricar aceite. Llegó un momento en que todo el mundo tenía toneladas de aceitunas, pero no podían hacer nada con ellas porque todas las prensas estaban en manos de Tales, quien aprovechó para alquilarlas a precio de oro. Así demostró a sus conciudadanos que si él se ocupaba de la filosofía y no de «cosas útiles» no era porque hubiera perdido la cabeza, sino porque había descubierto algo mucho más importante que la utilidad, algo mucho más importante que ganar batallas o que cubrirse de oro. Estaba convencido de que era algo destinado a cambiar enteramente la vida de esa ciudad y de todas las ciudades del mundo.

Y tenía razón. Al caerse en ese pozo, Tales había desatado una fuerza portentosa que en adelante no dejaría de agitar la historia occidental. Se trataba de la idea de que la vida de la ciudad tuviera su centro de gravedad en torno a la verdad, la dignidad y la justicia. Se trataba de que, en adelante, la ciudadanía no se conformara con ganar batallas y perseguir con éxito sus intereses. Que nada resultase a la ciudad suficientemente bueno si no era, además de útil o conveniente, justo y verdadero.


Para muchos, esto era una tontería. Pero lo cierto es que la humanidad acababa de iniciarse en una aventura que llega hasta nuestros días y sobre la que todavía no se ha dicho la última palabra. 
Tales, en su Teorema de Tales

PROCESOS DE FORMACION DE CIUDADANIAS

Panorámica de Bogotá, Distrito Capital de la República


CIUDADANIAS EN BOGOTA, DISTRITO CAPITAL DE LA REPUBLICA

Se ha reiterado desde diversos medios sociales académicos y políticos que el asunto de la ciudadanía en el mundo, desde Grecia hasta los países de hoy, está construído sobre un enigma social que no está suficientemente expuesto como para motivar a resolverlo. Tal situación explicaría las confusiones, ambiguedades, fragilidades y hasta el abuso del estilo demagógico a la hora de "practicar" y "leer" a ciudades como Bogotá a través de los movimientos sociales, las políticas públicas y los diversos programas políticos y sociales a la luz del fenómeno de la Ciudadanía. La mayoría de los programas de los candidatos a la Alcaldía Mayor son claramente gaseosos y etéreos al momento de abordar el asunto en concreto de la ciudadanía y en particular la novedad de los procesos de formación de las nuevas ciudadanías al interior de la aglomeración social que constituye a ciudades como Bogotá.

Los procesos de formación de ciudadanías en Bogotá no logran aún autopercibirse y expresarse con perfiles definitorios en el movimiento social de la ciudad; y desde las burocracias estatales y sus dispositivos institucionalizantes los detentadores y beneficiarios de estas instancias sociales asumen aún el tema y la problemática de la ciudadanía desde sus contornos más inasibles y del modo más formalista o demagógico de ocasión. La restructuración administrativa de la ciudad (Acuerdo 257/06) realizada hace ya casi una década, si bien se apoyó en procesos políticos y administrativos anteriores que había visibilizado en la agenda pública la problemática de la ciudadanía y la cultura ciudadana (ciudadanos en formación), vinculada con la temática de la democracia y la participación democrática ciudadana, así como con la demanda perpetua de la ciudad por la configuración de una ética política mínima que regule el obrar enaltecedor de las visiones plurales sobre la ciudad; no ha logrado sino avanzar en cierto grado de "institucionalización inestable" y frágil de algunas formas democráticas de vida social de los habitantes; procesos inestables y frágiles evaluables a partir de la conformación desde aquella reforma, por ejemplo, del instituto de la participación y de la acción comunal (Idpac), los incipientes espacios cívicos de participación y demás formas instauradas con su desarrollo normativo (Dec.448/07, entre otros), que vinculado a propuestas de participación democrática ciudadana como presupuestos participativos y los cabildos ciudadanos no logran sobrepasar el formalismo institucional y la práctica de la simulación con la democracia participativa en la ciudad. Son éstas las fuentes con que cuentan experiencias y esfuerzos como los Espacios Cívicos de Participación, las Redes de Control Social a la Gestión Pública Distrital y más recientemente los Observatorios Ciudadanos, donde habitantes de la ciudad desde sus propias localidades se han puesto a prueba, así mismos y a las entidades e instituciones Distritales, en la construcción y ejercicio de ciudadanía, desnudando fragilidades y apenas percibiendo incipientes fortalezas para realizar algunas oportunidades de realización social desde perspectivas de ciudadanías activas.

El aún enigma pues de la ciudadanía para una ciudad como Bogotá, el Distrito Capital de la República, que necesita elevarse sobre sus propios conflictos (los de la familia y la pareja, los de la escuela y el barrio, los de la empresa y las instituciones, los de la ciudad y el campo colombiano), que son el nuevo nombre de la paz requieren asumirse en modos nuevos desde los procesos de ciudadanía y la participación política democrática de sus habitantes. Son procesos por los que pasa la educación para una ciudadanía y la configuración de una ética política de la ciudad que desde su Ideario Etico, evalué desde estas posturas la eficacia o ineficacia de los programas y planes anti-corrupción de la presente administración, que fue el programa bandera con el que accedió al Palacio Liévano. 

Quizá algunos de estos rasgos al menos aludan aquel enigma de la ciudadanía ... pero, en realidad ¿qué constituye el tal enigma de la ciudadanía? 

Proponemos a los habitantes de la ciudad disponernos a mirarlo más de cerca, con unos ojos más abiertos y una voluntad más decidida y, si se quiere, arriesgada en lo que ello implica como veremos; seguramente es una aventura que valdrá el esfuerzo. Es ésta una de las varias propuestas, que de la mano de los autores Carlos y Pedro Fernández Liria y otros autores que con su obra Educación para la Ciudadanía, sugerimos comenzar a procesar experiencias de construcción de ciudadanías activas como las que actualmente se desenvuelven en Bogotá. 
Deliberaciones ciudadanas, desde la cultura y el arte

sábado, 5 de septiembre de 2015

LEVEDAD DE LA LITERATURA

Kafka y la muñeca viajera



“Cuenta la historia, que Franz Kafka, se encontró con una niña en el parque al que iba a caminar todos los días. Ella estaba llorando, había perdido a su muñeca y estaba desolada.

Kafka se ofreció a ayudar a buscar a la muñeca y se dispuso a reunirse con ella al día siguiente en el mismo lugar.

Incapaz de encontrar a la muñeca compuso una carta “escrita” por la muñeca y se la leyó cuando se reencontraron:

- “Por favor no me llores, he salido de viaje a conocer el mundo. Te voy a escribir sobre mis aventuras...“-

Este fue el comienzo de muchas cartas. Cuando él y la niña se reunían, él le leía estas cartas cuidadosamente compuestas de aventuras imaginarias sobre la querida muñeca. La niña fue consolada. Cuando las reuniones llegaron a su fin, Kafka le regaló una muñeca. Ella obviamente se veía diferente de la muñeca original. Una carta adjunta explicó:

-" ‘mis viajes me han cambiado… “ –

Muchos años más tarde, la chica ahora crecida, encontró una carta metida en una grieta inadvertida dentro de la muñeca.

En resumen, decía: -" Lo que amas, es muy probable que lo pierdas, pero al final, el amor volverá de una forma diferente“- .

OBSERVATORIO CIUDADANO DE CIUDAD KENNEDY

SEGUIMIENTO CIUDADANO A RECOMENDACIONES
Informe de entidades territoriales al seguimiento del OC

Parte importante de la presente actividad  del Observatorio Ciudadano de Ciudad Kennedy, luego de socializado el Informe 2014 el pasado 17 de junio/15 ante el Consejo Local de Gobierno, se centra en el seguimiento a las recomendaciones puntualizadas en ese informe; para posterior presentación a los habitantes y ciudadanía local del nivel de cumplimiento por parte de la Administración del contenido de las mencionadas recomendaciones.

El documento de informe constituye además un diagnóstico social local a partir del examen del grado de ejecución de los programas y proyectos del plan de desarrollo Bogotá Humana durante 2014 en la localidad; una línea base de referencia para eventos como los Encuentros Ciudadanos, entre otros, a realizarse en los primeros meses del año 2016; así como fuente de balance sobre valores y principios de formación en nuevas ciudadanías, una de las funciones y objetivos del Observatorio Ciudadano.

Importante también es la actividad del Observatorio Ciudadano Local sobre la interlocución que actualmente se adelanta con la administración pública local para avanzar en la realización de mesa de pactos y fijación de fechas de mesa de verificaciones sobre las fuentes e informaciones para comenzar a evaluar el seguimiento a la ejecución del plan de desarrollo durante 2015, informe que presentará el Observatorio Ciudadano en los primeros meses de 2016 a los habitantes y ciudadanía local. 
Ciudadanos y voceros de entidades territoriales  en plan de seguimiento 


viernes, 31 de julio de 2015

LEVEDAD DE LA LITERATURA LATINOAMERICANA


EL ETNOGRAFO

J. L. Borges

El caso me lo refirieron en Texas, pero había acontecido en otro estado. Cuenta con un solo protagonista, salvo que en toda historia los protagonistas son miles, visibles e invisibles, vivos y muertos. Se llamaba, creo, Fred Murdock. Era alto a la manera americana, ni rubio ni moreno, de perfil de hacha, de muy pocas palabras. Nada singular había en él, ni siquiera esa fingida singularidad que es propia de los jóvenes. Naturalmente respetuoso, no descreía de los libros ni de quienes escriben los libros. Era suya esa edad en que el hombre no sabe aún quién es y está listo para entregarse a lo que le propone el azar: la mística del persa o el desconocido origen del húngaro, la aventuras de la guerra o del álgebra, el puritanismo o la orgía. En la universidad le aconsejaron el estudio de las lenguas indígenas. Hay ritos esotéricos que perduran en ciertas tribus del oeste; su profesor, un hombre entrado en años, le propuso que hiciera su habitación en una toldería, que observara los ritos y que descubriera el secreto que los brujos revelan al iniciado. A su vuelta, redactaría una tesis que las autoridades del instituto darían a la imprenta. Murdock aceptó con alacridad. Uno de sus mayores había muerto en las guerras de la frontera; esa antigua discordia de sus estirpes era un vínculo ahora. Previó, sin duda, las dificultades que lo aguardaban; tenía que lograr que los hombres rojos lo aceptaran como a uno de los suyos. Emprendió la larga aventura. Más de dos años habitó en la pradera, bajo toldos de cuero o a la intemperie. Se levantaba antes del alba, se acostaba al anochecer, llegó a soñar en un idioma que no era el de sus padres. Acostumbró su paladar a sabores ásperos, se cubrió con ropas extrañas, olvidó los amigos y la ciudad, llegó a pensar de una manera que su lógica rechazaba. Durante los primeros meses de aprendizaje tomaba notas sigilosas, que rompería después, acaso para no despertar la suspicacia de los otros, acaso porque ya no las precisaba. Al término de un plazo prefijado por ciertos ejercicios, de índole moral y de índole física, el sacerdote le ordenó que fuera recordando sus sueños y que se los confiara al clarear el día. Comprobó que en las noches de luna llena soñaba con bisontes. Confió estos sueños repetidos a su maestro; éste acabó por revelarle su doctrina secreta. Una mañana, sin haberse despedido de nadie, Murdock se fue. 

En la ciudad, sintió la nostalgia de aquellas tardes iniciales de la pradera en que había sentido, hace tiempo, la nostalgia de la ciudad. Se encaminó al despacho del profesor y le dijo que sabía el secreto y que había resuelto no publicarlo.


 -- ¿Lo ata su juramento? -- preguntó el otro. 

-- No es ésa mi razón -- dijo Murdock --. En esas lejanías aprendí algo que no puedo decir. 

-- ¿Acaso el idioma inglés es insuficiente? -- observaría el otro.

 -- Nada de eso, señor. Ahora que poseo el secreto, podría enunciarlo de cien modos distintos y aun contradictorios. No sé muy bien cómo decirle que el secreto es precioso y que ahora la ciencia, nuestra ciencia, me parece una mera frivolidad.

 Agregó al cabo de una pausa: 

-- El secreto, por lo demás, no vale lo que valen los caminos que me condujeron a él. Esos caminos hay que andarlos.

 El profesor le dijo con frialdad:

 -- Comunicaré su decisión al Concejo. ¿Usted piensa vivir entre los indios?

 Murdock le contestó:

 -- No. Tal vez no vuelva a la pradera. Lo que me enseñaron sus hombres vale para cualquier lugar y para cualquier circunstancia.

 Tal fue, en esencia, el diálogo. 


Fred se casó, se divorció y es ahora uno de los bibliotecarios de Yale.
JL Borges